Sin la menor vacilación, pensaba que nunca lo diría, que no me haría falta, que no me desviaría, y esa naturalidad no fue fruto de un cuaderno de vacaciones. Una noche cualquiera, rompí los puntos de estancamiento, y asentí: Zanahorias para todos.

Debí golpear algo, y no lo hice, a lo que mis pensamientos seguían teniendo dueño, por más que no quisiera. Un buen acomodador se hubiera dado cuenta. Y ni con una serpiente de mar por entre mi vientre, cambiaría de imaginario de no ser por ella… Aquella expresión a cara o cruz.

¿Cuál es la mayor de las necesidades?, me pregunto, ante tanto fin.

Escribir un comentario

Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies. Más información

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies.

Cerrar