-Estas cosas extrañas solo pasan en la casa de la abuela- le decía el mayor.

Formaban parte de un grupo de espías mientras los demás comían los postres. Gajes del oficio del ser niños, algo fácil de entender.

-¡Arrea!- se sorprendió el peque.

-Es la cortina, no pasa nada- lo contuvo, sintiendo su brazo el mayor.

-¡No! He visto algo- se explicó el crío. -¿Descubrimos la verdad?- preguntó.

Tan intenso y enjuto como él, con los sentidos crecientes, ejerció reteniéndole, ofreciendo una coartada: -Hay chocolate.

-Vale- aceptó el peque.

-Chocolate- repitió timorato el mayor, quietecito. 

-Sí, chocolate- insistió en ello, también inmóvil.

Escribir un comentario

Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies. Más información

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies.

Cerrar