Categories: Extraños (Blog)

Vuelta a empezar

¿Por qué se pierden las confianzas?, ¿por qué las amistades se esfuman? ¿De verdad son los trabajos y los días?

Su rostro estaba tenso, los ojos enrojecidos, malamente vivos. Quien fue mi amiga vino en su sofoco, justo semanas después de que dejase de hablarme. Yo no lo pedí, ni ella; la empresa decidió, tras tantos años incompletos. Era su voz el único refugio cómplice. La que parecía reunir los mejores dones.

Y como que me olvidé de los ojos, su pelo negro actuó. Ella también. Estábamos solos; el otro vértice, su as de corazones quizás también estaría soñando hacia atrás en su zona de confort, con agujetas, ya sin más quinielas ni caminos de ida.

A mí, como a ella, compungida, me tocaba aceptar esa calma del saber perder.

Pude casi que olerle el temor pavoroso del no fiarse. Cuando le fui un ángel me apreciaba, se gustaba de tratar conmigo; ciertamente creía manejarme, como toda mujer que se precie. Y claro, los desempeños son los que son: cada uno con sus responsabilidades.  

Semanas atrás cometí el error de haberle dado explicaciones. Pero estaba solo, me sentía solitario, enojado, molesto por su quehacer y el de la empresa y los muchos entuertos, que también los tengo. No supe de las transparencias de las piedras y del saber desaparecer: esa extraña manía de estar siempre.

Aquella exigencia la hizo más combativa y lo que antes era servicial, olvido del bueno y ternura quedó en nada. Otra suerte de la vida con la que lidiar. Su nadie a quien seguir. 

Y de todo ello, con perspectiva, uno sabe que las diferencias las unen las muchas culturas, los trabajos y los días. Todas, todos y cada uno/a. Sí, en este mundo uno tiene que saber dónde está y lo que hay, además de lo que quiere. 

No obstante, lo que de verdad me duele en el alma es que dudase de mí cuando le pedí ayuda al ver rimar todos los dolores hace unos años y no poder hacer nada, salvo certificarlo y someterme a las grietas del juego de la vida. No acudí a ella por desesperación, sino porque era mujer, madre, amiga, de esas pocas personas que estaban, pero… hay muros de humo, culpas y convicciones.  

Ahora bien, ya aprendí que cuando toca tomar decisiones no se pueden tener amigos, consejeros ni médicos de los días. El premio, entiendo, que siempre será ese banco lejano adonde huir, en mi unidad, pobres ricos, vergüenza de tanto y tan poco; un sitio de perdón, extraño, en el más allá… con su ambiente de humildad, en parte por esa confianza de uno.

Los trabajos y los días nos traicionan a todos con las posibilidades, lo matan todo, hasta la realidad suficiente… Creer, disociar

Pedro Belmonte Tortosa

Share
Published by
Pedro Belmonte Tortosa
Tags: amistadesConfianzascreer-disociarrealidad suficienteun sitio de perdónzona de confort

Recent Posts

El resto puede esperar

No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…

1 día ago

Un libro que creía olvidado

En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…

6 días ago

Castigo de Dios y de los hombres en la tierra

Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…

7 días ago

Si naciste para martillo…

...del cielo te caen los clavos.

1 semana ago

En tiempos fue…

...como llamar a una cabina de teléfono.

3 semanas ago

Por un hijo suyo

Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…

3 semanas ago