Al fin y al cabo, era domingo, donde había que romper con esa idea de la plena autoridad, por lo tanto, hábilmente resolvió la situación:
-¿Quién recoge la mesa?, es solo el desayuno.
El individuo con capacidad para el regate corto se escapó a su habitación; la menor concretó la comodidad del sofá de un salto, casi gatuna; y ese esposo y padre, como panacea de todo lo invisible se quedó sentado a su lado, acompañándola, refrendando su inocencia… Y eso es lo que pasó, que los niños no ayudaron.
Soterradamente, tanto liberalismo les vino bien, quedaba un buen rato hasta el mediodía, y no era bueno crear un ambiente de represión, preferían recuperar la normalidad. Normalidad de la buena, no de la de un país de imbéciles.
Lea su propia voz y tenga su calma: El día que llovió hacia arriba
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…