Para los que nunca se han puesto a prueba, y quieren
“Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”
“Mal tiene la voz tranquila quien tiene el corazón temblando”
“No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedan imponer a la libertad de mi mente”
“precio es lo que pagas y valor es lo que obtienes”
“La resignación es un suicidio cotidiano”
“El que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso”
“El arte es para consolar a los que están quebrantados por la vida”
“El agradecimiento es la memoria del corazón”
“El arte más poderoso de la vida, es hacer del dolor un talismán que cura”
“Si no te valen estos principios tengo otros”
“Un país es poseído y dominado por el capital que en él se hay invertido”
“El horror prohíbe acciones que la ley tolera. El juez honesto condena las reprobables, pero no odia. La ley debe mandar, no polemizar”
“Esta vida se va a ir y rápido, no pelee con la gente, no critique tanto su cuerpo. [] Si se equivoca, déjela y siga buscando su Felicidad. [] Los bienes y patrimonios deben ser ganados por cada uno [] ¿y qué? Si no está mal, ¿por qué no ahora? [] Mire… no existe el todo perfecto…”
“Nunca resistas a un impulso, Sabrina, especialmente si es terrible”
Una novela corta, donde se muestran las dotes de persuasión y las reglas que dictan cómo vivir. Y se sella esa unión del verdadero secreto del éxito: creer en uno mismo, porque se intenta deshacer el ovillo enmarañado de las experiencias, las cuales unas veces suman y otras son hacenderos del aire, y sin duda alguna, sentimientos del mundo, siendo parte del mismo. Se trata la excelencia del capitalismo, y por extensión del mundo globalizado. Salen a colación los malos hábitos y esos tipos extremadamente hábiles y listos, cuya mezclad e intuición, necesidad y sabiduría condiciona a otros. Por desgracia, sí, la concentración es la norma, sin éxtasis.
Hay un narrador. Que necesita dar con ese sitio de los malos brujos, su fortaleza; entre tanto trabaja y se hace el tonto en su irrelevancia. No quiere hacer siempre lo mismo, si bien, de alguna manera cae en esas torpeza; lo que pretende es asegurarse un bienestar y que todos los días del calendario tengan algo.
Aparecen y permanecen firmas como la del Chincheta, un colombiano con su propio cuaderno de bitácora, que no termina de pasar de largo ni hacérsele del todo potable; aquella extraordinaria jueza Lira, que le aconsejó en la situación más comprometida; y de un modo radical y perverso por ausentes los de su propia sangre, como en la vida misma. Pertenencia.
También está el resquemor de la pintura, esa Santa de la que avergonzarse, y a su cabeza viene lo de “las mujeres solo son propiedad de los caballeros”. Es parte de la situación, una lucha por tenerla, a menos que se le trate como a un igual, si bien, el Patronato del museo no es caudaloso, gentil, excluye la competencia real. Estar por encima de rebajarse a esos intereses sociales con los que no concuerda, no omite su otro deseo, conocer a la incomparable dama: su piel, siempre.
La obra transcurre durante los tres primeros meses del año dos mil dieciocho. Son rupturas, prácticas discriminatorias. Una supervivencia que comienza más fuerte que nunca, y el cobro de comisiones ilegales vuelven, imponiéndose unas condiciones muy estrictas, en plan directivos.
El poder que detentan las amenazas son lo suficientemente grandes como para encontrar la justa y necesaria resistencia, que disciplina a quien se protege de los estándares y las nuevas tecnologías, los credos y esos ecos que ni siquiera comparte. Y no sabe exactamente qué busca.
No hay toques de locura, contar cómo se evade uno a otro país, ciudades o nacimientos es descubrir, sin cuerpos de élite exquisitos ni maestros. Solo. Por miedo. Por no ser padre ni esposo. Porque no tiene que encontrar un sustituto adecuado. Algo tan duro como creíble, que destila pesimismo con causa. Nada parece ser suficiente; ¿y si no existieran reglas?
La violencia, la tortura y la muerte se presentan turbadoramente, planeando esa sombra ejemplarizante del ´hasta dónde llegarías para salvar a alguien´ sin fascinación. Todo, con una evidente introspección donde el mundo real de los corruptos, los traficantes y las violencias justificadas están cuidando de sí mismos, como todos. El cuadro es la prueba: las lágrimas, vida.
En una ciudad de provincias española, sencillita y sin apenas historia, y el parecer de Madrid, pero la insurrección lleva hacia la anatomía de otras calles, tales como Albien, un lugar bien alto en la Suiza alejada, así como Beirut (Libia), otro lugar donde pacificar los valores y apaciguar los efectos del estrés y esa lástima caballerosa del estar solo, y lo ilegítimo.
También se habla de un nuevo barrio en Medellín (Colombia), por quien no se da por vencido. Pero como lugar destacar las instalaciones del Museo Thyssen-Bornemisza, que se convierte en una estancia embriagadora además de una carga. Aunque el Valle del Loira aminora las bestialidades, por cuanto el castillo de Villandry puede conducir al Ródano, habiendo pasado por la embajada de Méjico y citado los órdenes inimaginables del Congo, con el esclavismo del coltán y ese trato a la mujer y la infancia tan poco grato. Claro que, un piano alberga toda una Santa, siendo la mesa herida aferrada a un complejo hospitalario sin confianzas, muy lejos de los discursos papales, que por irrevocables son eso, palabras mientras se hacen los negocios.
Por no ser pobre. Por no dar el brazo a torcer. Por ser discreto. Porque todo es una multilateralidad de intereses varios, molestias y derechos. Para ver a las personas como personas, seres ambiciosos, que sienten y desprecian amor y otras cuestiones vilmente.
Hay que merecerse el estar y el irse. Marcharse es mejorar el trato con la familia, cambiar de trabajo, y además da pie a no destruir las posibilidades. Se trata de no desconsiderarse, de no llenarse de más ideales. Uno se va para ser inmune, desafiante. Para asegurarse una posición dentro del orden establecido. El mundo es un lugar donde se debe aprender a proteger las emociones. Albien puede ser ese exilio, que por subvencionada la estancia, ya cuesta; y gusta.
Se escribe en prosa. Con poder y sintiéndose vigilado. Soñando, pero estando seguro y siéndolo todo al echar de menos lo más amable y maravilloso: un campito decisivo, parte de alguien, todos, dinero y la mujer por la que hacer lo que sea, estando o no en lo cierto. Un retrato.
Uno cuenta hacia atrás y mira hacia adelante. Y sabe que convivir requiere de esas contradicciones que hay por entre las pluralidades, esas que están dentro de todos nosotros. Si, además, sabemos que la perfección es la elegancia de la imperfección, a partir de ahí las virtudes caminan de la mano de las rigideces. Por ello, como que algo en mi cuerpo encuentra su lugar: lejos.
Esas son las trazas de sol que hay en mi mirada, allí, en un rincón, sin almas, y que reclamen las sentencias de culpabilidad, o que la chica invisible coja voz en la memoria de mi piel, que es la que más sabe de mi ser. Allí, lejos, olvidaré los confusos recuerdos y aconteceré, que no es poco. Me haré un destartalado, alguien sencillo pero revuelto. Seré yo con la ventana del olvido. Es el verdadero secreto del éxito, el poder máximo. También la figura por excelencia del capitalismo. De todo lo anterior, por desgracia, y con todo control, en los más diferentes sectores, ya solo permanecen un número de firmas, muecas e ineludibles tendencias que uno ordena sin fórmulas mágicas.
La excepción, que aprieto los ojos por dos veces cuando menos, pero es posible que ni siquiera pueda encontrar a mi disciplina.
Opto por ello, con mezcla de intuición y miedos. Sin fronteras, sin justificación alguna. En un terreno tan competitivo como el de los negocios se deben tomar decisiones, y comienzo.
Lope de Vega; Rescate; Albien; Número de cuenta; La piel, siempre; La Milagrosa de Medellín; Tribunal Supremo; Nuestra Señora de la Roca; Padre e hija; Valle de Loira; Suiza; China Dengfend; Informe GRECO; Congo; Mujeres violadas; Embajada de México; Coltán; Papa Francisco; La mesa herida; Multilateralidad; Médico; Alerta…