La especulación inmobiliaria, senderos, nidos de araña, correspondencias, antepasados, el mundo escrito y no escrito, todo cabía en la biografía del silencio. Pretendía la invención del cuerpo: reunirse junto a la mesa en un lugar privilegiado; estaba harta de amores difíciles, del sol del jaguar y todo lo cósmico: promesas. Punto y aparte tocaba. Y fue a ver el prefacio…
Lo vio de fábula en la sinrazón. Encajó dentro de sus seis propuestas para ese nuevo milenio sin él.
En la ciudad no todo era invisible. Ni vizconde ni barón u hombrecillo era, sino un caballero inexistente. Si una noche de invierno la coleccionó, ella lo iba a poner fuera de su hechizo. Sol de muerte pasó a tener en tanto mundo aparente. Extrañó ira y tiempo perdido, fue su sentido primero de la palabra. Cualquier cosa menos las teorías del amor en el mundo árabe medieval.
Nunca fue alguien.
No era gente de esas, de historias de alcobas, sí era un fanático a pesar de su temperamento filosófico. ´Lluvia roja´ era la palabra que usaba como seguridad. Eso bajaba los humos a cualquiera. Era maestro y mago, hasta que el rey se inclinó y los mató.
Fue su Venus, desde la sombra llameante; en ese hotel nómada, con su amor y los sentimientos desordenados. Nadie se quedaba con ganas en aquel lugar. Ellas colaboraban con el valor de ser mujer. No eran de tomar limonada o agua mineral, su poesía del pensamiento las obligaba a beber todo lo concentrado. Eran VIP: gramáticas de la creación… por tiempo limitado. Hambre y seda.
Más la fama y la bondad insensata de la vida secreta de esos edificios, sumado al manual de aquel dictador hizo que el destino de los caballeritos blancos ya fuera otro. Pero como si no fuera testigo todo se quedará en ese libro de los secretos, con sus fragancias y sus trampas. Un pesar de patria, pura extrañeza. Y fanatismo. ¡Está hecho! La herida es demasiado grande y nada. Resulta difícil probar que no sabía nada de cómo se gestó la maldita lluvia roja. Las víctimas siempre son las mismas, y se ciñen a la búsqueda compartida; mismos temperamentos, mismas filosofías… bajo dos banderas, dos escaleras. No hay más cárcel que los ojos vacíos: actos obscenos en lugares privados, también.
Cuentos, quedará en eso, para cualquier ladrón de recuerdos. ´Lluvia roja´, diría.
Nadie nace siendo malo, pero mientras él siga en libertad ni su alma ni la mía podrán encontrar descanso; le consideran presunto inocente los sabuesos. Tanta garantía de derechos dan grima. El asesino está aquí, entre nosotros. Sí. Un maldito depósito bancario fue el tren de su cordura. Un fastidio.
“Quizás nos han decepcionado ya demasiadas veces”, le digo a mi mujer. Ella sabe que el mundo no funciona porque todos lo sepan todo, no es tonta. A su modo me apoya. El equilibrio del mundo se regula con la alimentación, y cuando el perdón no llega es tiempo para la venganza. Ya tengo mi alimento y mi licencia de armas. Sí, cuando una puerta se cierra otra se abre. Para un policía, la maldad es lo que no tiene explicación; para un ciudadano mandan las entrañas. En un mundo en el que nos preocupamos por la segunda vida del plástico hay otros muros invisibles que debemos romper, mucho antes.
Diferentes pero iguales, ¡a ese hijo de puta ya le dicho que rece a Santa Marta y que vaya haciendo fieles en el asilo! Mi estómago me dicta lo que soy. Su cascabel ya no suena, no salta. Está en su sillita, y vivimos en un distrito protegido, ahora bien, la perdurabilidad y el condicionamiento de su cara jamás la olvidaré. Por sutil, misteriosa y seductora que pueda llegar a ser, mi hija nunca volverá a tener sus dos piernas con aquella excesiva frecuencia, siempre las extrañará y extrañaré.
Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies. Más información
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies.