Tag: lo tenía todo

15
Sep

Newsletter de Septiembre de 2022

Para poder ver la newsletter pinche en el siguiente enlace: Newsletter Septiembre 2022

14
Abr

En un entorno quizás remoto, o no tanto

La abadía de Westminster, donde descansaban un buen número de monarcas de tiempos pasados, fue el lugar donde se reunió toda la familia real británica dominando la agenda pública. Y como un activo miembro de la familia real apareció el padre de Cynthia. Fue el auténtico protagonista, junto con la Reina Madre.

Los demás hijos y nietos de esta última pasaron a ser poco menos que sucedáneos, si es que alguna vez pintaron realmente algo, más allá de sus dislates.

Adolescente, princesa, reina. Ciento ocho años de la Reina Isabel II. En un mundo perfecto nunca se hubieran conocido, ella y su sucesora: Cynthia A. Denson (Isabel III).

Al tiempo, en los Estados Unidos, el tercer país más poblado del mundo, la densidad de población moderada se mantuvo. Los americanos supieron darle justo término a la máquina de hacer billetes, conteniendo esas peregrinaciones de sus vecinos del sur. Les financiaron inversiones según su naturaleza, según su elemento, según el sujeto que invertiría, según su riesgo, su gestión. No todas las deudas les eran malas.

Menos en Argentina y Brasil, crecieron sustancial y enormemente los estadounidenses. Fue otro de los imprevistos, o soluciones varias. Otros países buscaron su colchón financiero y fracasaron, eran los lugares donde las guerrillas urbanas tardaban en desaparecer; mayoritariamente fueron países de la extinta Unión Europea, que no aguantó el tipo años antes y se desintegró, no sirviendo ni para ser una buena idea con todas sus palabras.

Los veintisiete estados miembros (veintiocho cuando formó parte el Reino Unido) con realidades tan diferentes, clásicas y contradictorias, y cuya absoluta diversidad apenas supieron gestionar y subrayar su poder específico en el mundo, pasaron a ser meros actores de reparto, cosa que ya se veía venir de mucho antes con tantísimos juramentos de constancia, como con hambre atrasada, mucho ruido y pocas nueces.

Lo tenía todo, y no tenía nada

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7
Abr

El hambre hace salir al lobo

Sin una cohorte de escoltas ni llamativos vehículos que hicieran de parapeto, Friedman volvía a tener al alcance de su mira a otro. Sin entrar en detalles, para él, todo viandante era malo. Una persona normal y a la vez extraordinaria. Y ya no se detendría ante las pataletas de nadie. Decidía él. Cada uno de los tres empleados era dueño y señor de sus decisiones, por jerarquías que hubiera, dándole franqueza y realidad a esa burbuja de denostada riqueza y locura creativa. Había mucho dinero de por medio, y lo sabían. Una idea no pasaba de un idioma a otro sin cambios. Le habían puesto precio a la niña rica. 

-Nos la han jugado. Vienen a por nosotros otra vez.

-Nadie dijo que esto fuera a ser fácil, segurata. El hambre hace salir al lobo. ¿Es ese?

-Sí, capullo. Cuando termine con él te reventaré los sesos, negrito. Aparta tu aliento.

La patria les era esa a los empleados, allí donde resonaban sus lenguas. Cynthia aún no podía pensar del todo. Lo emocional, lo intelectual, se le cruzaba. Ni creía en Dios, ni anhelaba demás existencias. Esther Doña le había curado la aflicción de esa fuga con un buen calmante de los suyos a mano abierta, y todavía estaba bajo sus efectos (demasiado hielo en la mandíbula y un pómulo). Los únicos reaccionarios eran ellos, los hombres, que por suerte no gritaban ni gimoteaban para evitar escucharse el uno al otro.

Friedman era un cementerio de ideas muertas. Matar siempre era la solución. Hubiera matado a la niña de no ser por los otros dos, y al matón de los Connolly. Texas, en cambio, lo quería coger vivo. Los paraísos, los aviones privados, no entraban en la ecuación. Se habían dado cuenta de que les habían tendido una trampa, quizás su propio jefe, el señor Denson.

Había que decidir en corto.

-La verdad es que la razón es el enemigo de la vida -sugirió Esther Doña serenamente-. Matadlo.

Extracto del libro Lo tenía todo, y no tenía nada

Demasiado actual, por suerte y desgracia:

reflejos que esperan impacientes.

31
Mar

La vida cambia cuando los mensajes de amor no son para ti

Y recuerda, la primera vez se dirigen como Majestad, después como Señora: así lo hacen con ella y así lo harán contigo sin la menor vacilación; deja que se acerquen, pero que no te conozcan.

Con los poderosos sea usted directa señorita o si no te joderán viva, Cynthia, la mayoría tienen por espíritu el trozo de tela de una bandera… y lo que sabemos. ¿Sabes cuánta gente me dijo que te dejara ir?

Pero no, yo les dije, y les digo, que, así como cien conejos no hacen un caballo, cien presunciones no constituyen una prueba. Serás una buena chica y una buena reina. Mi Reina.

Una de las ventajas de envejecer es que entiendes por qué la gente hace las cosas que hace. Nos hacemos mayores, pero no nos hacemos mejores. La vida cambia cuando los mensajes de amor no son para ti. Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, eso es lo que somos… No soy un falso modesto, sé lo que he hecho.

El último grado de perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia; pero cuando sabes lo que quieres, y lo quieres lo suficiente, encontrarás una forma de conseguirlo.

Extracto del libro Lo tenía todo, y no tenía nada

PEBELTOR

26
Mar

y no darse por vencido: invisible y sólido

Solo podemos hacer lo correcto tal y como lo entendemos, y con reverencia encomendarnos a Dios…”, así terminaba el último libro que escribí y publiqué. Una frase que para los mortales lo tiene todo y no tiene nada.

Una vez ofrecí regalarles mis libros a Centros de Enseñanza (los llamados I.E.S. -Institutos de Enseñanza Secundaria-) y a Centros Sociales. Llegué a contactar con ocho institutos y nueve centros sociales, como poco. Fue un ofrecimiento de libros gratis por mi parte, incluso les dije que se los acercaría yo mismo, luego no les comportaba gasto alguno, y sin compromiso de ningún tipo.

En otra época dejé y repartí varios ejemplares por diferentes lugares (parques, marquesinas de paradas de autobuses, etc.), también, donde viajaba o tenía que ir por necesidad, como una consulta clínica donde dejé caer algún libro.

Todo ello lo entendía como parte de la productividad de un escritor y esa simbiosis de ir dándose a conocer. Lo que los expertos digitales denominan: posicionamiento. Y en lenguaje llano: visibilidad, que te conozcan.

Nadie respondió. Nadie.

De primeras no di crédito, después, me pregunté ¿por qué una camiseta de marca podía valer de setenta euros en adelante y un libro que regalaba, nada? Me costó entenderlo. No tuve respuesta alguna, y cuando digo que “no tuve respuesta” es que ni me multaron (por dejar libros tirados), como si fuera alguien invisible y a la par sólido.

Si bien, yo siempre seguí escribiendo. Y sigo. Por supuesto que también trabajé en las otras herramientas, esas de las redes sociales. Una amiga me ayudaba y ayuda en ello, subiendo una entrada semanal que hago al efecto; y yo mismo, intento tener actualizada la página (website) oficial con la que firmo: PEBELTOR. Algo que lleva mucho trabajo, y que no es escritura en sí mismo, mucho menos negocio, porque como escritor no dejo de escribir e invertir tiempo y dinero en mis libros, unos tras otros, sin saber muy bien ¿por qué? y ¿para qué? Pero cuando pasan días y no has sacado tiempo para escribir, sientes que te falta algo, y necesitas hacerlo.

No obstante, y a pesar de la falta de respuestas, uno lo sigue intentando, sin expectativas, pero con oficio. Lo de participar en los concursos literarios, que antes era algo muy recurrente, poco a poco lo fui dejando atrás, aunque de cuando en cuando participio en algún que otro certamen conocido, bien es cierto que, con pocas aspiraciones, aunque con total integridad por mi parte. De hecho, finalizada la fase de escritura de esa última novela (con mis únicas correcciones, el registro de propiedad y su punto y final), como autor decidí participar en un concurso literario que por fecha me permitía presentarlo sin que hubiera mucha demora en los meses hasta saber de su resolución y, al tiempo, contactar nuevamente con algunas editoriales y agencias esperando algo de interés por su parte, que no solo silencio o las típicas buenas palabras en renglones contados (una buena editorial lo quiso, gratis, muy gratis… y no me pareció bien regalarle mi trabajo ni llegar a pagar por ello como si me hicieran un favor). Lo que no hice fue ir en la dirección de volver a contactar con centros a los que entregar los libros directamente, fueran cuales fueran (bibliotecas, institutos); tampoco, en dejar libros en lugares de paso para que los viandantes al uso los cogieran y pasaran a pertenecerles sin más.

Por supuesto que empecé un nuevo libro -casi de inmediato-; como escritor, era lo más correcto y necesario, era volver a empezar a tejer una madeja, sobre la que ya llevaba documentándome, y cerrar una etapa. Cada libro tiene su etapa, sus enseñanzas y sus vivencias. Y cada libro empieza y termina… como que solo, en su incertidumbre, igual que las personas con las fechas marcadas a fuego, con meses más duros, miradas, despedidas y, mucho tiempo y olvidos, casi que en la frontera de todo.   

La novela Lo tenía todo, y no tenía nada no hablaba de cómo se escribe ni de las peculiaridades y necesidades o dificultades de escribir. Sin embargo, trataba y trata de otros deseos. De cómo una adolescente, mimada y niña rica, llega a disponer de una cantidad de veinte mil libras al día para gastárselas, algo a lo que se obliga al suscribir el contrato por mandato de su padre, un magnate que llega a colocarla en la línea de sucesión de la reina Isabel II, habiendo llegado la monarca a los ciento ocho años de vida y reino, anciana pero imperial, casi más poderosa y preciada que nunca. Dentro de su concepción valoré como persona y autor los condicionamientos sociales, el cambio climático, las guerras habidas y por haber, el tapiz de los negocios (enrevesados o no) y la aristocracia, las modas, los avances y demás logros y penurias, con personajes que no se pueden borrar de la memoria, peculiares con sus fuerzas determinadas. Nada de pandemias, de emociones, de culpas o de halagos ni de relatos que maquillasen verdad alguna; sí escritura a secas: palabras y letras, hitos, con la fuerza de la invisible voz, porque conforme escribía lo veía, sucediéndose en mi cabeza.

De momento no he necesitado esas pausas de años o meses que leo y escucho les ocurren a algunos autores/escritores conocidos (supongo que también a los no conocidos). Sigo teniendo hambre de esa desconexión o bono social o como queramos llamarlo que es contar algo o refugiarme en algo. Escribir es eso: imaginarse otras cosas, vivirlas, reunir los días, tener frentes abiertos; poder ser un empresario, o una profesora, un asistente médico, quizás un ingeniero o si acaso un pez. E ir sacando tiempo para todo ello, que también es de lo que más cuesta: el tiempo, la dedicación.  

Entiendo, que, si mis libros fuesen mi testamento solidario y/o negocio, si alguien los quisiera, seguiría teniendo la necesidad de escribir. Es como tener dinero, el dinero tiene que trabajar por sí mismo, además de ser dinero y de tener su propio valor.  

Por eso cada vez es más importante elegir bien dónde se informa uno y con quién trata y contacta. En vida, todos y cada uno de los libros siguen ahí, pegando gritos en mi cabeza, acabados o provocando salir, distintos unos de otros, como el que lleva por título El sexo de las embarazadas mientras se piensa y se hace, porque a nadie se le puede prohibir crecer, soñar y tomar decisiones… al fin y al cabo, todos somos esclavos del deber de nuestro país/es y de nuestro rango, como la mismísima reina Isabel II (de quien se habla mucho en la novela Lo tenía todo, y no tenía nada y algo de la Tercera Guerra Mundial, o lo verdaderamente importante en la infancia: que es sentirse querido).

“Te mató el alcohol y fui yo quien te enseñó a beber” sería una frase aplicable, extrapolándola debidamente, a escribir y seguir intentándolo (vendiéndose o no), tal que llevásemos una bestia adentro. Alguien se acordará alguna vez de la website, o de tantísimas newsletters, post y entradas, videos también, y los numerosos correos divulgativos, solicitando ese interés en caso de tener nivel lo hecho y ajustarse a los preceptos editoriales y otros tantos suelos… Alguien, quizás. Pero de escribir, quien se acuerda es el escritor… y el lector que lo lee, invisible y sólido, también. Gracias, siempre gracias, a los muchos pocos.

Escribir se llama calma, y me costó muchas tormentas. Moral alta, mente fría, mala fama y buena vida. La peor persona del mundo: el escritor. Para quien, como en las guerras, la verdadera desgracia no es solo tener hambre y sed; es saber que hay gente que quiera que tengas hambre y sed.

PEBELTOR

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