Para vencer la jaqueca, ella emprendió su crucerito paradisíaco en busca de su hermana china lo menos, rebuscando sin que la báscula se le acentuase, hasta sintiéndose más joven y liviana en sus variados aspectos.
Huelga decir, que no encontró nada. Pero al menos, se evadió de las políticas de todos los días en las que los de la ejemplaridad no pueden con su propio hedor; los que buscan servir de remedio y atrezo andan de mal en peor; los de la regeneración moral se visten o desvisten (ni ellos mismos lo saben) de las mismas rutinas que los anteriores, diciendo sin decir; y aquellos que se erigieron como salvadores tomándonos por viejos idiotas, siguen sin tener más que su primera persona como enmienda única, ya ni sonrisas invitadoras. Cierto es, que el hastío es indescriptible, como que demasiado.
¡Y no me extraña!
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