La voluntariedad tiene un defecto: hay que engañarla, pues cuando uno conoce sus propias rutinas, ya ni sabe descifrar su pertenencia y se impide seguir mejorando, ocultándose, unas veces por el mero hecho de dudar acerca de la conveniencia de ponerse en manos de otra persona, y otras por pereza, hastío, convencimiento.
Ante ello, lo único que puedo hacer es ofrecer algo distinto. Suscríbase y se le mantendrá informado. Tan sólo indique su correo electrónico. El resto del compás se le proporcionará paulatinamente, serán pequeñas variaciones, sutilezas que le harán mejor los días, opiniones también. Un día cada mes, seguramente. Y seguiremos siendo cada cual, unos con otros, extraños.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
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Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…