La voluntariedad tiene un defecto: hay que engañarla, pues cuando uno conoce sus propias rutinas, ya ni sabe descifrar su pertenencia y se impide seguir mejorando, ocultándose, unas veces por el mero hecho de dudar acerca de la conveniencia de ponerse en manos de otra persona, y otras por pereza, hastío, convencimiento.

Ante ello, lo único que puedo hacer es ofrecer algo distinto. Suscríbase y se le mantendrá informado. Tan sólo indique su correo electrónico. El resto del compás se le proporcionará paulatinamente, serán pequeñas variaciones, sutilezas que le harán mejor los días, opiniones también. Un día cada mes, seguramente. Y seguiremos siendo cada cual, unos con otros, extraños.

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