Sin necesidad la gente tiende a portarse mal, y en medio está esa mayoría silenciosa que te saquea con el cumplimiento de normas, con indiferencia… con la justicia. Siempre hay una razón para esos extremos.
En general nadie es dañino ni tóxico, pero mejor no presumir de quién te aplaude hasta saber lo esencial de ese/a predador/a social. Ello es la cura del bienestar, el darse solidez; y hay dos cosas que asisten esa individualidad: primero, saber ser ausente; segundo, marginarse al corazón de la locura.
Esas negligencias sociales son el mejor consuelo, es biología y es supervivencia, es existir; se minoran las distancias entre las nubes y la tierra. Esas irritaciones, torturas y reinados son ventajas del cielo, corruptelas y cultos; es naturaleza humana, deseos de carne y hueso, fuerza, control, límites y fallos de la memoria de las personas normales, y sueños que cumplir: un reglamento completamente nuevo por cuanto todo lo que surge es necesario, extraño.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
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