El trecho fue corto y se hizo largo. La juventud. Daba miedo volver a los recuerdos. Equidad y normalidad vistas con distancia. Y al igual que un preso, la gente pensaba que querían salir de ahí, de la juventud, de la cárcel, cuando los tiros estaban fuera, más adelante.
De adulto, un helado cualquier tarde, los domingos por la noche una lata de mejillones si acaso… Nada de celos entre hermanos, amigos, amigas, el mar, la mar, ni esa tensión acumulada en los hombros, como de haber estado preso, entusiasmado. Ahora bien, faltaba algo, lo que se iba dejando, la evasión o la victoria del crecer.
Antes se era muchas cosas, ya no. Los muertos estaban muertos. Ni siquiera se podía hablar de lo que fuera, o se podía abrazar sin que pensasen de más o de menos. Era algo más que el lenguaje, o las lecturas del colegio/instituto, o el ser hijo de alguien… Cuando se era mayor la gente tenía que verlos tal como eran, sí o sí. Había que dar explicaciones, y no como las de antes.
Si bien, cada uno recordaba la historia a su manera. Mauricio estaba colado por ella. Y Margaret hacía todo lo posible porque él se fijase en ella. Así pasaron la juventud, los veinte, la treintena, y casi que los cuarenta. Fue entonces cuando se percataron que no habían hecho las suficientes travesuras de niños. Ni se habían llegado a enviar las postales o cartas que se dedicaron…
A sus años, y con las propias necesidades que veían, sentían, no se trataba de inventar una posibilidad. Es más, las celebridades no cometían asesinatos.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…