Sin código de conducta no se iba a ninguna parte. La aterradora vida salvaje y aquellas pequeñas cosas de lo que alejarse se sucedían una y otra vez.
El camarero, la dependienta, el taxista, la del banco, el del taller, etc. Todos miraban a esa mujer, de más. Y de menos. Creían que era de esas que vendían su cuerpo y que te despedían con frases del tipo “has tardado más de lo que imaginaba”.
Últimamente lo pasaban bien juntos. Pero detrás de ellos alguien tocó el claxon con irritación. Era de suponer que uno viviría sin el otro durante cierto tiempo.
Extraño, tener entradas para ir a una iglesia.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…