Que no eres de ojos vacíos, de dedos fríos o manos crispadas. Que atraes, por faltas que tengas. Que estás preparada, aunque no das ese pasito adelante. Que las palabras cortas nos acercan, y que tus noches se me hacen días.
Que no siento un enorme y duradero cariño, que estoy aún comportándome. Que no arrecio. Son contradicciones que acato sin ni mirarte a los ojos. Que ni siquiera ha empezado nada. Que ni siquiera me has escuchado, y que en tu cansada melancolía algo quieres.
Las armas no causan las guerras, estoy seguro: serías tú. La del cajón abierto. Algo nuevo, extraordinario, hermoso, simple. La de las travesías mentales a reinos voluptuosos yendo y viniendo. El patio de la cárcel estaba anegado en sangre. Sí pudieras sonreír un poco. Mira que en estos tres días no hago más que defenderte, pero si hubiera un cambio significativo… ¿Dónde pusiste la bomba?, equivocarse tampoco está nada mal: habla conmigo.
Yo también me perdí en los mundos de elocuencia; el sol se me detuvo. No todo es que costees este proceso sirviendo de receptáculo para fecundar otras vidas. La enfermera te pasará una nota, no te pido ni que hables con el juez. Yo intento vivir en el mundo real. Necesariamente tienes que aceptar mis conclusiones. Cuando des a luz te van a freír en la silla eléctrica. Dime ¿dónde está la bomba? De no estar embarazada te estrangularían hasta la inconsciencia. El alma de las cosas inanimadas duele, a mí me lo hicieron. Y no, no soy policía. No soy uno de ellos. Sigo siendo tu marido: en mi triste deber. Recuerda todas nuestras ideas en aquel puente, el de los exiliados. Ahí también he mirado: la niebla baja sigue, te espera en su calma. Y tómate las pastillas cariño, lee algo por favor; haz lo posible para no pensar en ello… yo también los extraño
¿Por qué ha salido todo tan mal?… No vuelvas a rajar a nadie… con todos esos indigentes entrando y saliendo casi a escondidas. Resulta deprimente volver a donde nos conocimos. La mujer negra de ciento cincuenta kilos te protegerá. Palabra. ¡Diablos! ¡Todo el mundo llegará en punto! ¡La capital en ruinas! No dejarás ni flores de plástico. Cuando te propuse la idea no quería que te condenasen, pichoncito. El maricón negro ha de ser el último. Dime dónde y cómo empiezo.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…