En general, dicen que la gente que lee suele estar sola, y que actualmente el conocimiento es una mercancía. Pues en Avión, un pueblecito gallego, aldea mísera, mala en invierno, dura en verano y nunca buena del todo, había personas que durmiendo a tu lado te podían dar tranquilidad. Lo cual no restaba que detrás de los retratos de casada hubiera otras vidas… Quizás las casas se parecían a sus dueños.
Cubrir ese vacío existencial es lo que un escritor pretende, al menos quien firma la obra La Galicia Mexicana, una obra literaria en la que besar siempre pareció más íntimo que follar.
México no hace distingos. Un país en donde el dolor que te proporciona la vida hay que llevarlo con la correa corta. El México de los emigrantes gallegos. Donde el verdadero amor les era el oficio, el trabajo, su hogar. Y donde lo peor es el olvido.
A ambos lados del océano Atlántico, para cada muerte se pagaba un precio. Matar no era una acción noble, ni siquiera cuando se hacía por Dios, habiendo personas que vivían sólo para que otros tuvieran un lugar adonde volver siempre.
Emigrar, a veces permite recuperar ese concepto de vecindad que en tu propia tierra se te niega, incluso con el frío de madre.
Las cosas que decimos, las cosas que hacemos. Eso es Avión. Eso es México. Eso es escribir, la pobreza que no se ve. Tal libro no deja de ser un lugar del que marcharse, con tantos recuerdos con los que se ha llenado.
Una obra que en cada detalle cuenta una historia diferente, siendo la realidad: tozuda.
Antes vivía con la soledad de esa obra,
ahora con su compañía.
PEBELTOR
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