Me da los buenos días, cuando nos cruzamos. Y yo a ella. Siempre en días de diario. Temprano. Ella ya dispuesta, yo a ello. Va con la escoba, y el carro. Brilla su uniforme, y ella. Y no, no es un maniquí apostado; además, como persona tiene sus secretos.
Sé que tiene dos hijas, fuimos a la misma universidad, ya creciditos. Compartimos apuntes, creo, la barrendera y yo, como tantos otros. Antes no sabía mirar, ya sí. Por eso sé que es ella, aunque los primeros días costaba saludarse, una de esas ingenuidades de los mayores. No sabía si la ofendería al saludarla, no quería rebajarla. Tiene tantas carreras universitarias y más títulos que yo, seguro, y aunque no lo fuera.
Pero ya no callamos, si es que lo hicimos alguna vez. De hecho, cuando no está la echo en falta. No solo porque tiene sus calles impolutas tras su paso. Tampoco callo con la otra uniformada, que también tiene una hija, y se notan sus ausencias. Con esta también medí los saludos, aquí más bien por timidez, un respeto raro de quienes tenemos prudencia en los cumplimientos; esas vergüenzas que con las generaciones se pierden. Pero me conocen, saben mi nombre, donde trabajo y por donde vivo en los unísonos; a mí, que soy de los de fijarse y observar, con tantas personas con las que me cruzo, últimamente me falta tiempo o sobran nombres cualesquiera, pero lo intento, se lo debo. Formar parte de las mismas, son parte de los trabajos y los días, también, en nada mediocres.
Y sí, son diana de mucha gente porque su trabajo conlleva exposición y cautelas varias, aunque por ingrato sea sumamente necesario. Sin ser supremacista, sino todo lo contrario, ¿qué empresa o país funcionaría sin esas personas de los servicios básicos? Y no, no son los servicios que aparecen en todos los titulares, no hablo de educación, sanidad, cultura; hablo de limpieza, por ejemplo: de viales e interiores.
¿Cómo sería un día perfecto para ellas?, ¿de cualquier persona en el mundo, a quién invitarían a cenar? Muchas de ellas sirven en ministerios, en empresas cotizadas en bolsa, en empresas de suministros (agua, electricidad). ¿Cuál es el mayor logro de sus vidas? ¿Qué es por lo que se sienten más agradecidas en sus respectivas vidas?… apelar a eso entierra las tres frases sobre nosotros que nos hacen extraños y embarazosos, cumpliendo: Buenos días; Hasta luego; Feliz Navidad.
Quizás, deberíamos tomarnos cuatro minutos; además, ven los fallos donde no los hay, y no se les deja razonar… Está claro que esas número dos pudieran protagonizar muchos libros, conocen el terreno donde pisamos, santos, señas, duelos y quebrantos… y matarían por sus hijas. De hecho, si las tuviera, sé que a ellas se las podría confiar, pero al resto… el corazón tan blanco.
Tanto ADN en los trabajos nos está haciendo el mundo esférico. Si las viéramos asomadas a una ventana nos cabrearíamos… pero, quien no sueña está condenado a ser un esclavo, dicen.
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