Pudiera ser que los estorninos sepan si los ángeles están tristes, pero no lo dicen. Ello, unido al poco valor de los vicepresidentes o quienes ostentan cargos de relevancia en segundos términos, en esta sociedad donde el dinero y la información es lo que más comunica, a uno le llena de reflejos tal que las motas de polvo pueden hacerse imprescindibles. Todo llega a su fin, aunque por entre esas presencias siempre se nos vislumbren ecos, nexos, lazos.
Una bici sin ruedas no es una bicicleta. Un coche sin asientos no deja de ser mecánica y chapa. Y circunstancialmente o no, hemos convertido los muchos tipos de hambre en parte de lo socialmente aceptable, aullidos sin dedicatorias. Los detalles importan casi más que las trampas.
No sé. Si se protesta, a lo más que se llega es a mezclar lo religioso con lo profano, convirtiéndolo todo prontamente en una subasta de figuraciones y realidades a conveniencia, pero ¿acaso quieren hacernos creer a los ciudadanos, unos y otros, que toda demencia es sobrevenida?… Quisiera de esas otras variables, de quienes por trabajo tienen otras percepciones, dando equilibrio como para compensar esas opresiones de los círculos de poder. En alguna ocasión me creo hierro, corroyéndome infame. A este paso, pájaros o no, todos vamos a ser extraños.
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