Con qué poco, alguien puede poner en movimiento una implacable maquinaria de destinos y fortunas, tan compleja y bien engarzada como la de los astros de la bóveda celeste y, ubicarte en ese lugar donde los que son alguien se convierten en nadie, y donde los que no son nadie se convierten en alguien, que también es necesario, según los días y la ropa tendida.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…