Era capaz de volver a sentir cómo el agua fluía sobre los dedos de los pies, o recordar cómo reían sus ojos.
No era un mal actor, cansado con su mirada de tormenta silenciosa. Estaba aturdido contra el sí del desquite. Recordarla era el otro vino de la sociedad, lágrimas.
Y cuando escribía en sus lentes anhelaba encontrar su mirada. Si estuviera, su amor sería su mayor consuelo.
Volvería a meter los detalles en la escopeta.
Al fin su hijo era un sacerdote y ella era una cristiana. Él sí que no merecía besar el polvo…
Y volviendo la cabeza hacia el interior oscuro y silencioso de la casa escuchaba también el choque de dos monedas,…
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo, o cien. Sí, la tristeza era…
Pero la nobleza se oponía por su propia esencia a esas igualdades. Si no había podido moralizarla, no la tendría.…