¿Por qué las rosas ya no huelen como antes?

Booktrailer

¿Qué es?

Un juicio donde casi todo el mundo acabó con el corazón roto. Poner en boga la legítima defensa, la propiedad, el bien o el mal sucedió. Con un acusado para quienes los días le eran igual que una condena. Particulares y fatales.

Un circo en la frontera de lo bueno y lo malo, donde no se estaba tan lejos de los Madrid y las Cataluñas, guerras un tanto feudales, porque las moscas acudían a la miel. ¿Por qué las rosas ya no huelen como antes? Por todo eso y más…

 

¿De quién trata?

De quienes ejercieron como Jurado Popular en el caso de Pepe Lomas, acusado de matar a Nelson David, un inmigrante que delinquió entrando a la parcela y residencia de un anciano tras haber servido en el Ejército del Aire español.

Nueve jurados, y dos reservas. Un fiscal estrella: Miguel Ángel Toledano. La jueza Lola Solana. Su hijo, un cardiólogo en prácticas. La inspectora Burillo, vecina de toda la vida de esa ciudad, y pareja de Ana Gª, la jurado número 1. Los peritos y demás calaña.

A destacar cada uno de los jurados, caracterizados como Virtudes, para quien el sexo bueno debía ser sucio, casada; o Manuel Julián, que no era el conductor de autobús y sí el que retrató todos los interiores; Federico, un condenado hijoputa a ratos; Cecilia, que por joven estaba entrada en años; Rafael, el de las actas; Carlos; Carmen Pérez, etc.

Y vino, capaz de transmitir su personalidad y saltar generaciones. O la perra del tal Pepe Lomas.

¿Cuándo se desarrolla?

Mediano marzo del 2024 hasta pasados cuatro meses después, en julio de ese mismo año, paralelo a la instrucción del juicio, que no transmitió alegría alguna y sí malos arrabales.

Habiendo tenido ocasión los disparos en el 2021, del viejo que fue librero hasta unos años antes.

 

 

 

¿Cómo se trabaja?

De inicio se presenta y explica el juicio y su razón. El caso por el cual se juzgaba al Sr. Lomas. Con las declaraciones, la construcción del Jurado Popular, los letrados, las familias y ese entorno. Se recrea lo sucedido y se cuestiona.

Después toca la actualidad del tener que aceptar la decisión/decisiones y volver a empezar cada cual su/s vidas (nunca supieron que esa noche tendrían que decidir sobre el resto de sus vidas los jurados).

La afectación llegó a todos, como a la inspectora, que dudó de sí, de su querida Ana Gª y jurado, y quien sufrió. “Si matamos a todos los malos no quedaríamos los buenos, solo quedaríamos los asesinos”, dudó, no dando crédito a la fe.

Y estaba Puigdemont, con los otros desórdenes públicos y la ley de la amnistía, que arrastró el fiscal estrella, recrecido ante la jueza, enferma y madre de su hijo díscolo.

 

 

¿Dónde sucede?

En una ciudad de provincias, en la medianía peninsular. Donde las Dulcineas, los Quijotes, los Pandorgos, y donde la Audiencias y las Fiscalías de “segunda”. Sitios de esos, que por sencillos y humildes eran un paréntesis suspendido en el tiempo, y donde se podían hacer probaturas. Donde podía haber paz, rencor, y apuestas de todo tipo y condición, siendo lo de ahorrar imposible para tres de cada cuatro hogares, pero donde se vivía bien.

Había fiestas por doquier, como el tradicional macrobotellón a finales de julio de cada año: toda una limonada en origen que había ido derivando a un apoteósico y descomunal botellón oficializado. Madrugada en la que se descerrajaron varios tiros de escopeta, la luna no diciendo nada, que nunca había visto a un ser salvaje compadecerse de sí mismo.

Todo se reducía a eso: a estar vivo antes de morir.

 

¿Por qué?

Porque con cincuenta y un años había personas a las que les gustaban más los gatos que las personas, y además eran elegidas como Jurado Popular, o podían ser jueces, fiscales, cardiólogos, policías, tenderas, políticas, etc. Personas que tenían que llegar a conocerse, llegado el caso, y quienes para considerar asesinato habían de demostrar que hubo intención, y saber del riesgo de exclusión social.

La justicia era una organización que necesitaba esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesitaba más esclavos. Todo ello con las simpatías ciudadanas en manos de los partidos políticos, prevaleciendo. Pues de las personas solo se veía una pequeña parte.

No sabiendo cómo era el juego hasta que lo jugaban, no teniendo ninguna nación en el mundo credibilidad moral; tampoco el viejo loco y el migrante.

 

 

 

¿Para qué?

Para saber lo que escondían las miradas porque el enfermo mental grave no iba al psiquiatra, o lo llevaban o hacía de las suyas; y por la convicción de los que amaban por lo que eran o, mejor dicho, a pesar de lo que eran. España era un mundo de ideas, y podían quejarse porque los rosales tenían espinas o regocijarse porque las espinas tuvieran rosas. También, porque los hombres se mataban entre sí por múltiples razones: dinero, amor, miedo.

Y no había nada malo en ser respetable, no todos los que vagaban estaban perdidos. Pero había opiniones para todo, como esa de que “a las élites de izquierda no le gustaban los pobres”; o aquella del que “en Hispanoamérica olvidan que existen porque nos casamos con ellos y tuvimos hijos”. 

 

¿Qué formato se aplica?

Se escribe en prosa todo ese espectáculo del mundo inaprensible. El juicio, las postrimerías, las vidas paralelas y las consecuencias de ese olvido. La palabra “justicia” en sí misma era de lo más evocadora y terrible.

Aún peor que la guerra es la derrota, dejó escrito Napoleón. Cierto.  

 

Ese dolor sin palabras del tener que juzgar algo para lo que no se está preparado refleja los hilos rotos de la historia de un anciano que disparó para defenderse, según su versión, resultando muerto un joven inmigrante con un amplísimo historial delictivo que entró a robarle de madrugada.

Posiblemente, el único periodo en la existencia de ambos en el que han llegado a ser visibles sus vidas, y tener cierto sentido, como si el agua los hubiera llevado por otros derroteros, hacia la locura razonante o a delinquir, miserables ambos, apartados de la sociedad en general y de sus familias en particular. Frustrados, disgustados y enfadados, llevados por la doble necesidad del tener que vivir y del alejarse de su presente.

“Ven, siéntate conmigo” se podrían haber dicho ambos. Y quizás se lo dijeron días antes de darse caza, que en las declaraciones se da a entender que se conocían y que no eran desconocidos el uno para el otro. En lugar de eso, la historia es una relación dañina que nos deja un montón de espejos rotos. Como ese que fue librero y que tomó una de sus muchas armas, y disparó. Además, está el cáncer, que la jueza no lo era en todo. Y las cenizas, que muertos los hubo, varios. Asimismo, el Poder Judicial, con su fiscal estrella, regresado de Madrid con eso del Tsunami Democràtic, el procés y demás Españas y los tres tonos de azul. O la lucha contra los valores estrictos y puritanos, que se folla y apuesta en el libro, siendo a veces el cazador más interesante que la presa.

Se explica absolutamente todo el proceso judicial con pelos y señales. Todo muy verídico, fiel reflejo. Las declaraciones, las manifestaciones, las pruebas de convicción y demás argumentarios recaídos en el expediente judicial. Fue tan público y notorio el proceso que una vez terminado, se archivó y la historia será quien lo juzgue. Pues el muerto ya estaba muerto, y a saber del anciano… si bien los restantes que participaron debían vivir en la mentira o pasar página, de ahí la pregunta: ¿Por qué las rosas ya no huelen igual?      

Quienes hicieron de Jurado Popular se quedaron con lo de loco, o idiota, y a sus vidas. Nueve, once, los que fueran. Y la instructora policial del caso. Todos ellos crecen durante la obra. Se expresan en su zona de habitabilidad, y también lejos del murmullo de la felicidad. Tienen hijos, padres, queridas, queridos; las relaciones ya no son al uso hombre-mujer o mujer-hombre. Vidas que también forman parte del error y de la justicia.

 

Jurado Popular
Impresiones
Aislados
Recreación
Legítima defensa
El lunes
¿Enfermo?, ¿loco?
Veredicto
Hotel NH
Mujeres y odio
Ana García
Manifestación
El dolo
La Atalaya
El hijo
Guardia Civil
Hospital
Folclore
Muerte
Jueza Lola Solana:

  • Tiene cáncer
  • Hijo médico (un pintas)
  • Duerme desnuda, sábanas blancas

Inspectora Burillo

  • Apodo: Marcela Pieldelobo

Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial Miguel Ángel Toledano

  • Casos sonados Tsunami Democratic
  • Recién trasladado

Fallecido Nelson

  • Hondureño
  • Largo historial de delitos

Jurado 1 Ana García

  • Pechos prominentes
  • Estudió peluquería
  • Vive con la inspectora Burillo

Jurado 2 Manuel Julián

  • Amnistía
  • Silla de ruedas
  • Hermano: El Judea

Jurado 3 Carlos

  • Coleccionista de maquetas de tren
  • Omnívoro, hijo vegano

Jurado 4 Federico Jiménez

  • Fuma
  • Sobrevivió

Jurado 5 Virtudes Merino

  • Humana y detallista
  • Se acuesta con Manuel Julián

Jurado 6 Carmen Pérez

  • Divorciada y boyera
  • Política, concejala

Jurado 7 Cecilia

  • Pelo negro y lacado
  • Hace crucigramas

Jurado 8 Rafael

  • Traje y corbata
  • Queda en tratamiento médico

Jurado 9 Francisco Iglesias

  • Conductor de autobús
  • Quiso más pena para Lomas

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