Volver a empezar. Un montón de amigos, incendios y mil riesgos detectados… Y la sensación de cumplir con la función social, los detalles y la suerte. Tú lo sabes, ya me conoces.
Quizás fue humanidad, síntesis, chispazo, alerta… el fin del mundo. Un surgir de los que están, con o sin hojas. Pelusas, aires, charlas de las largas, que se echaban de menos. Evolución. Sociedad. El mezclarlo todo… Alegorías. Cien luchas como siempre: inconstantes, fantasmagóricas; todas.
Siempre me gustaste, más tu lucha por la autoridad, y ese canibalismo nos hizo primos…, indígenas. Veamos. Además estaba la pobreza de quienes ven nuestro oficio a medio hacer, sin certificar… porque falta. No el ¿para qué?, ni los nombres (los que a ti te gusten), como las tarjetas de visita. Me refiero a eso de practicar lo nuestro, lo que tú y yo somos. Sobre todo cuando tengas ganas de enfadarte conmigo y no te atrevas. Insúltame. Irme no quiero… pero es que a veces noto algo. Sabes que no son invenciones. Llevamos dos, nos quedan noventa y ocho; ¡fíjate tú si nos quedan normas!… y vidas.
Si lo sabes, pero bueno, yo te lo digo ahora que estamos solos… No me atrevo ni a besarte por miedo a que sea el último. ¡Ufff! si tú fueras yo lo sentirías mi vida.
¡Lo que vale un pasaporte cariño!, jodido documento. Durante cuatro años guardado y en un santiamén todo lo puso patas arriba, todo volvió a serme diferente. Vuelves a ser mi oficio, mi disciplina. ¡Anda ven!, arrímate. Déjame que ascienda un ratito al cielo, ¡déjame quererte! Ni en Nueva York ni en Grecia ni en Filipinas. ¡Súbeme al cielo cariño! Yo quiero de tus relicarios, sí… y que llueva… Me haces muy grande cariño… y extraño, sí. Siento todo. ¡Aquí!, mira. Con tu crujir en mí ser. Nuestro… Campas en mí, ¿lo notas?. Sin duda es nuestro realismo mágico, y ese volver a empezar. ¡Ohh!
Pero maldito temor, es peor que una serpiente recorriéndome. ¡Sujétame! ¡Trastabíllame que no vuelva a echar a correr!, ¡ya viene!
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