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Paraíso, caída, ¿redención?

Hace unos días, un compañero, de los que son buena gente, me comentaba su enhorabuena -Vamos a tener el segundo- decía. Y se sucedieron momentos de trabajo y esos disfrutes personales por su parte.

Al poco, en otro hacer me quiso poner en conocimiento de algo, pero no pudo concretarme el hombre. Los dos estábamos liados y entendimos que ya habría tiempo para confesarse en el buen sentido. Sencillamente trabajamos y vivimos la vida que nos toca vivir.

Ayer, el mismo me informó en petit comité -¿Te acuerdas que te dije que te tenía noticias?- al coinicidir en otra reunión de las nuestras.

-Sí, dime- le pregunté. Figurándome algo malo, con la boca chica le dejé caer -¿le pasa algo a tu padre?

Y con lo grande que es, hasta supo disimular en cierto grado: -Pues que a los siete días de comunicar el embarazo mi mujer a la empresa la despidieron.

Conocedor, en parte, de la empresa en la que lleva ejerciendo su mujer, le apoyé compartiendo la incredulidad e indignación: -A esa empresa lo que había que hacer es cortarle de inmediato las ayudas públicas que recibe- y me paré por no ofuscarnos. De todos modos, ¿habréis reclamado?- añadí.

-Sí, estamos con una abogada laboralista, ya lleva otras tantas reclamaciones de la misma. Y sí, había que hacer algo ejemplar– subrayó.

En eso quedó la cosa, volviéndonos a ocupar de nuestras respectivas tareas; lo que sucede es que a uno se le queda un poso que duele

Uno intenta desconectar y no puede. Están los diversos eventos festivos que gozan siempre de un panorama aceptable por la sociedad, y esas normas (como las de la igualdad) que congenian los/as gobernantas con las conmemoraciones oficiales y los paradójicos presupuestos, dando cuenta al paso de las horas de la ingente estupidez y desvarío de esto que llamamos sociedad del conocimiento a la que nos vemos sometidos… En lo que vendría a ser la indecencia, la inmoralidad, la tradición y el atraso podríamos definir esas prácticas, que por otra parte son admisibles, y conjugan con la incuestionable rentabilidad. Y no es sórdido admitirlo, es hasta respetable que cada cual ambicione su cuota de mercado, su beneficio empresarial y hasta su afán de protagonismo, otra cuestión sería, el por qué tengo que ser yo un hombre malo si denuncio esos hechos ante mis superiores, y además de jugarme el puesto de trabajo tener que ser tachado de ir contra el sistema y no ser corporativista. Incluso te dan a entender los tejemanejes de los juzgados que queda mal pensar el darse  a contratar a alguien para que actúe en plan sicario y haga lo que las buenas políticas no hacen y deberían estar haciendo. No es menos cierto, que encima uno debe luchar contra la desidia y el pesimismo manteniendo equipos de trabajo que no están sustentados en una buena base normativa, con las funcionalidades que requieren los tiempos actuales y los medios precisos, pero también quejarse de eso es ser mal trabajador, conciudadano, vecino o como se quiera entender, porque si lo pones de manifiesto es que no sabes gestionar y no eres un buen adjunto… ¡Cuánta determinación falta en tanta cultura de lo asequible!, nos sobran milongas…

Lo que no sé, es dónde están los sindicatos, los buenos empresarios, así como los colegios profesionales que velan por la deontología, pareciera que tampoco se dedican a gobernar más que lo suyo, y ya llevamos con esto, y otras innumrables cuestiones, desde antes de la antigua Grecia y las muchas Romas en las que pervivimos día sí día también… !Abogados laboralistas dicen!… al final van a tener razón los que se postulan bajo la premisa de que con un billete de quinientos euros se arreglan muchas cosas: crecimiento inclusivo llamaría yo a ese parto de pobreza y productividades varias. ¡Y luego a ver quién se queja! “Usted tiene una empresa, de las que solicitan y reciben ayudas públicas -o sea, de las del dinero de todos y para todos-, y se da a gestionar insolidariamente (por lo que sea); pues cuando menos a no pedir, y los diferentes Estados a no dar”, pero… uno se queda peor que una escultura de animal tapizado cuando sabe lo que sabe…

¿Hay o no motivos para creer en el poder del dinero y los desvaríos?… “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia” (Un Quijote en nada extraño).

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa

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