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Opinión de los jefes

“Es normal tener miedo si antes no te supieron cuidar, pero ya te digo, la idea preconcebida y la realidad coinciden: hay que respetarse mutuamente. Yo no tengo en quién pensar. Los grandes momentos no vienen de grandes oportunidades; alguien consciente de lo que es se deja de súplicas. Sé tanto de ti que has perdido mi interés. Dan ganas de quemarte cabrón, ¿no sé cómo no lo hago?”

Todo eso hube de escuchar, porque no cuadraban los presupuestos y no íbamos al día. -La caldera no tira bien por tu culpa- decía con superioridad -¡ni los balances!- apuntaba en su no parar, -¡me ocupas mucho tiempo!- anunciaba. Me costó asimilarlo, tenía muy metido eso tan suyo del -no podemos llorar por alguien que no quiso estar aquí-; hasta hice bueno el cuento de Alicia en el País de las Maravillas y como que caí intencionadamente madriguera abajo a cierta parte, donde las leyes de la lógica no tenían aplicación. Por un tiempo me valió, por así decirlo. Muchas caras conocidas.

Pero no, no todo lo que siempre quise estaba al otro lado del miedo. Con ojos lastimeros recordé su último aviso -no querrás estar cerca de mí cuando pierda la paciencia- y pensé que solo una persona de la más tosca ignorancia podría formar parte de esa empresa. Me fui. Acostumbrarme hubiera sido otra forma de morir. ¡Y hacía calor joder!

Hoy día, a pesar de que haya gente que diga que ´el respeto se gana, no se impone´ hay que dejarse de precisiones sobre la incerteza y arremangarse, fundamentalmente para dominar tu propia sensibilidad. Con ello puedes llegar donde quieras. Ahora solo trabajo unos pocos días al año. Halloween es uno. Más bien, el de las postrimerías, esa mañana, sobre todo, cuando todo se arregla sobre la marcha.

Cuando la adicción a lo instantáneo y tantas tendencias matan lo más cercano, por bromista que seas sorprendiendo, la gente sufre, y ese jolgorio de la noche de los muertos pasa factura. Los insultos, en general son difíciles de traducir. Con eso del ¿truco o trato?, la gente se lo toma todo muy a pecho.

-¡Cretino!, ¡Hijo de puta!, ¡Idiota!- de todo se oye. Nada es extraño, nada. No quiero confirmar más términos, pero… ufff lo que sobrevuela. Las calabazas repeladas esas bien que lo saben. Lo aseguro.

Así que yo me como ese otro hueso de todos los santos, el de poner paz en la discordia, escucho esas partidas de ajedrez sin reyes, y los rezos también, porque bien temprano muchas personas aún tiemblan de miedo, o sufren de remordimientos. El primer año debí pescar los clientes con caña, dejándome ver; ya no. Costó aprender a dominar el espacio y el tiempo con el mayor respaldo y consenso de los factores ambientales y todos esos estímulos que nos hacen estar más despiertos, hasta en los pensamientos profundos. Ahora vienen, vienen solos. Algunas parece que tosen con sosiego, ellos se excusan: ´no me culpe de lo que no he hecho´ haciendo especial hincapié a que era todo broma. En cualquier caso, Dios no pega con bastón. Yo siempre trato a todos de usted, y por igual, en este universo de la comunicación. Nunca me gustó que mi jefe me tutease y me demonizase a todas, me costaba que discerniese entre tomarnos un café juntos y conseguir los objetivos que a todos nos marcan. Así que trato por igual a los vivos y a los muertos. Esto último Hacienda no lo entiende, pero ¿quién entiende a Hacienda?, me han vuelto a cambiar el formulario de la declaración trimestral, ¡hijos de puta!, ¡no hay Dios que los entienda!

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa
Tags: Alicia en el País de las MaravillasDemonioDiosHaciendahuesos de santoPebeltor¿truco o trato?

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