Todo presunto: despoblación; cercas vacías; relaciones de cariño; vernos; abrazarnos; gritos; discursos; baladas… ¡y bueno!, no tenemos otra posibilidad. Es el minuto a minuto de los afanes por normalizarlo todo. ¡En fin!, otra sociedad de delitos penados por los que pueden hacerlo, con olores de todo tipo, reveses y… ¡ahhhh! haría lo que fuera por recuperar ese minuto.
Ufff, vine caminando sola. Supuse que ya estaba. A las seis de la mañana asesiné todo lo que había en el jardín. ¡Maldita sea!, ni había búfalos, ni lobos; ni comida. Cogí todo, tenía hambre… hasta que fue sufiente y me llené.
Él sabe donde guardo mi medicina… Lo hacía bien, casi como lo hacía mi madre. Y no me pedía que le diera las gracias. Ellas tampoco; nunca le juzgué por lo que hizo. Tampoco quise saber la cruda verdad. Es lo mejor que conseguimos: no hacernos preguntas. Un -¿cómo estas?- y se metió en mi vida. Sólo hizo eso, liberarme, sacarme… Incluso le afeité aquellas mañanas antes de que creyese que le tocó la peor parte… Yo también las echo de menos. Estoy hecha un lío. -¿Tú qué harías?, ¿con qué pruebo?- le preguntaría. Eran buenas chicas, y los buenos chicos no lo son por casualidad. Es la realidad… ¿Qué más podrías enseñarles?, ¿sabrán lo suficiente?, ¿seguirán siendo unas niñas? Tal vez mañana… Sí, una acampada es una buena idea. Hoy están de acampada, les encantará saberlo a sus compañeras, se lo diré a la profesora. Sí… Tendré cuidado al dar marcha atrás.
Ohhh, están guapísimas. Las echo mucho de menos. Deben estar contentas viviendo con su abuelo… ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!… ¡Hasta las flores se me vencen! Sólo sirvo para estar de visita y llenarme de extrañezas.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
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