Podría haberme dado por resolver crucigramas, vivir clandestinamente, confinarme en verlo todo desde una óptica diferente o estarme quieto. Pero no, un día empecé, y si alguna cualidad tengo o creía tener, es que soy pertinaz conmigo mismo. Quería saber dónde coño estaba, qué había sucedido en mi vida, quién era yo y todo ese entorno… Y me dio por escribir El libro de un cualquiera. Ya nadie me lo podía leer, mancillar o quitar. No podía perder más.
¿Qué es justo y qué no es justo?, ¿quién lo decide? Lo suelto así, sin más preámbulos, porque a lo largo de tantas líneas, realmente uno no controla ni su respiración. Los collares de perlas, hacerse de rogar e incluso psicoanalizarse no son más que la prueba de que uno está cansado cuanto todo se reduce a intentar mantener cierta estabilidad consigo mismo.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…