No vale dinero volar. Nada más termine de pecar me arrancaré y volaré, pecando, en un alto riesgo a prueba de ilusiones. Y si pareciera mera retórica, que lo parezca, que yo volaré; es mi pócima, pocas lo pueden disfrutar… ni una mueca nos dejan. Habrá gente que no sepa porqué. Pero a mí, ahora, que ya no soy tan niña, no me absorbe esa paz tan importante. Quiero un sol hidalgo, quijotesco, con molinos, aspas y castillos; de todo, de todo menos posar así. Otras realidades mucho menos malas… de las que poder extrañar de veras, y no estas pólvoras y engaños de cercanías, que no traen más que atardeceres en copas cuando una llega a casa y se ve como lo que es: la mujer olvido.
El Gabo también lo dijo, casi sin inmutarse pero hijo de la ira a partes iguales, con su sol a medianoche y tantas casualidades convertidas en pérdidas: “ninguna persona merece tus lágrimas, y quien las merezca no te hará llorar”.
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