No salí pitando de allí, pero poco me faltó. Y encima mamá se sentó a leerme en voz alta un libro clásico de algún autor ya muerto que ni era capaz de pronunciar. Con la anciana del sombrero, deambulando de un lado a otro, todavía.
Sus ojos se posaron en mí, quizás fue lo más determinante. Unos ojos inmóviles, incluso cuando la anciana del audífono se paseaba a su lado.
No vuelvo a ir al cine con esas degeneradas en mi puta vida, ni eligiendo yo la película de antemano. Han tenido tanto y tan poco, que ni dieron un respingo una sola vez… Y yo, que pensaba que eran dos que se querían, e iban a ver pasar un barco desde una praderita. ¡Hostia puta con la peli! Llevo tres días con la radio y las luces encendidas y cada vez que oigo el timbre no me muero por poco.
La forma de sus senos incipientes a través del jersey holgado me sigue mirando, y juraría que estaba viva y la mataron allí mismo, en pleno directo. No dijo ni una sola palabra más. Espero que la policía no sospeche de nosotros. ¡Cómo iba a pensar yo eso, si fui por entretenerlas!
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
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Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…