Los días hasta zarpar eran solitarios, y también las llegadas. Las experiencias eran inclasificables. Tenían depresión y debían refugiarse, por ello ayudaba, y mucho, concebir lienzos, pintar paredes o perseguir ratas y gatos feroces, cuando no ir a follarse a alguien. Los militares no querían articulistas, elogios de la pereza, casas repletas de cosas o usurpadores. Ni lo querían ni lo admitían. No se podían permitir la tristeza, la angustia o los enfados propios y ajenos. El doctor encargado de la salud mental, en sí mismo era un albañil aficionado (para la electricidad o la fontanería apenas tenía mano).
PEBELTOR
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…