Si no se mueve me duele todo; si lo hace me conmueve más todavía. Es lo contrario a la otra, que cuando se mueve casi que lo prefiero, y al no hacerlo, invita a pensar en lo peor, que no en lo mejor, tal que ésta: ladrona invisible.
Más cualquiera las compara, una es madre y la otra bien que podría, no de mí, sino de todo, porque buena lo es -así se muestra- y está, en otro devenir, claro. No extrañemos cosas que no son, ni digamos lo que no es. ¿Estamos?… Estamos, sabrían transmitir ambas.
Y encima cuando te haces viejo te lo quitan todo. Es parte de la vida. Son ellas. Últimamente no puedo ni mirarme al espejo, y ni la una ni la otra, todo falta… hasta los rastros de vida y el material de los sueños.
Aquel árbol nunca debió haber estado ahí.
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