-Estas cosas extrañas solo pasan en la casa de la abuela- le decía el mayor.
Formaban parte de un grupo de espías mientras los demás comían los postres. Gajes del oficio del ser niños, algo fácil de entender.
-¡Arrea!- se sorprendió el peque.
-Es la cortina, no pasa nada- lo contuvo, sintiendo su brazo el mayor.
-¡No! He visto algo- se explicó el crío. -¿Descubrimos la verdad?- preguntó.
Tan intenso y enjuto como él, con los sentidos crecientes, ejerció reteniéndole, ofreciendo una coartada: -Hay chocolate.
-Vale- aceptó el peque.
-Chocolate- repitió timorato el mayor, quietecito.
-Sí, chocolate- insistió en ello, también inmóvil.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…