Categories: Extraños (Blog)

Los barquitos de papel

-Yo dejaría el whisky para después -esbozó con aplomo-, igual le hará falta, ¿no? -fue incapaz de obviar el brillo burlón de esos ojos.

-Cuéntame, anda, ¿cómo van las cosas? De veras que me alegro de verte ¡eh!, y con tan buen aspecto -le tuteó en su conveniencia el gerifalte.

-Un café solo y una copa de coñac -pidió ese diplomático para su jefe, sin descomponer su gesto. Todo para el del chaleco beige y camisa azul de manga larga, siempre de manga larga.

-¿Tú la conoces?, a la del vestido cóctel blanco. ¿Está todo preparado? -preguntó el mandamás.

-No, pero conozco a una mujer que la odia -afirmó obediente el profesional, al tiempo que calculaba qué parte de la verdad podría contarle a su jefe.

-Por eso te quiero tanto mi buen amigo -se jactó el del chaleco a punto de iniciar otra vida, y los mismos días.

En teoría, su lugarteniente no debería haber conocido el contenido específico de las cajas. Ahora bien, jamás fue tan cierto.

El hombre que volvió para vivir allí se había convertido no ya en un ciudadano del mundo, políglota, cosmopolita y experimentado, sino también en un torpe protegido difícil de relacionar. Es más, al escoger las gafas, no se sabe por qué, descartó todas las monturas que le pudieran ocultar, desdiciendo a su séquito, frunciéndoles los labios en una involuntaria mueca de desagrado, como si se avergonzara de tener que ocultarse. 

Quienes no tenían ideología, con los semblantes serenos y los leves movimientos de cabeza acometían una confesión en apariencia delicada, acostumbrados a los murmullos, los silencios y las simplezas de las simpatías, oficiando como dignos funcionarios sin que ninguno de ellos llegase a experimentar la menor inquietud, ni por los mismísimos pechos y las abotonaduras bien apretadas de algunas.

En la dirección indicada, la ley y el dinero ayudaban a perfeccionarlo todo.

Por lo demás, las esquinas seguían haciendo esquina y sufriendo ese papel de perpetua sospecha, y los malos jugadores de ajedrez seguían sin saber cómo mover a los peones en las aperturas.

Pedro Belmonte Tortosa

Share
Published by
Pedro Belmonte Tortosa

Recent Posts

El resto puede esperar

No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…

2 días ago

Un libro que creía olvidado

En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…

6 días ago

Castigo de Dios y de los hombres en la tierra

Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…

7 días ago

Si naciste para martillo…

...del cielo te caen los clavos.

1 semana ago

En tiempos fue…

...como llamar a una cabina de teléfono.

3 semanas ago

Por un hijo suyo

Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…

3 semanas ago