Mariposa con buena memoria, no se burla de ningún gusano.
-Me dijeron que jamás trabajase con niños ni con perros. No sabría qué responder. Es como la eterna lucha de los ricos y los pobres, o cuando no se sabe uno la letra y tararea, solo tararea.
“La música suena distinta según quién la interprete”.
“Para llegar tarde a la libertad siempre hay tiempo”.
Canallas, sinvergüenzas, matones, hijos de puta, tontos y chulos llevaban años intentando darle captura y matarla.
La pesada dureza del castigo del amor le era ese.
“Los grandes logros de cualquier persona generalmente dependían de muchas manos, corazones y mentes”.
-Lo que nos parecen pruebas amargas, son a menudo bendiciones disfrazadas.
¡Intenta estar viva de verdad con todas tus fuerzas Cynthia!
“En la infancia, lo verdaderamente importante es sentirse querido”.
“Buen día para los cuervos, nunca han probado carne de príncipe”.
“Los hombres nos cazarán, los dioses nos maldecirán, pero yo te amaré”.
“Los dioses a veces te bendicen por la mañana y te maldicen por la tarde, querida.
“Cada día amo más a este país”.
-Te dejo que llores y rabies esta vez, pero ya no pienso aguantarte ni una más.
Y de miedo a la Reina nada, no deja de ser un pedo viejo que por ley huele bien, te lo digo yo. Tú respétala y no hagas como los jodidos americanos, que no paráis de hablar cuando os creéis algo.
Tenemos caballos de feria y caballos de tiro, seguro que sabremos hacerlo. Tú céntrate.
“Si de algo me arrepiento es de no ser lo suficientemente hija de puta en algunas ocasiones”.
-Nuestro ideal no es la Edad Media.
“La edad es algo que no importa, a menos que sea usted un queso” soltaba, junto a sus otras tantas triquiñuelas: “No me gusta pensar que solo eres buena actriz si engordas o te rapas”.
-Lo que nos parecen pruebas amargas, son a menudo bendiciones disfrazadas.
“Hasta los gigantes agradecen luchar en su tierra”.
“Pasarán mil años y aún se hablará de ti”, enfatizaba en esa educación, y abusaba de sus hábitos, pensando en sí misma: “Todos los hombres a los que he dado muerte se lo merecían, por más que me griten desde el otro lado”.
“Una piedra no me arrebatará la gloria”, pensaban. “No hay pacto que valga entre leones y hombres”, sostenían. “Todo es más hermoso porque hay un final”.
“Nunca llega tarde algo que no se espera”.
“El gobierno no podía parecer más cerca de la élite que de la gente”.
Para una reina era muy importante el vocabulario, por ello, mejor no decir nada y decirlo todo, comprendiendo enteramente con la cabeza, asintiendo con precaución y agudeza, habiendo días que el infinito estaba en cada rincón, bocacalle o palabrería, situada invariablemente entre la envidia y el deseo, como invitada de excepción.
“La sexualidad es tan individual como los gustos a la hora de comer”.
-En torno a la historia se escribe realmente la historia, Cynthia. Si Isabel II hubiera nacido hoy sería feminista.
“El riesgo proviene de no saber lo que se está haciendo”.
-Los hombres pequeños son muy ruidosos. Causan alboroto, discuten, parlotean. Escúchalo seriamente, permítele hablar libremente y sin interrupción; el amor tiene fácil la entrada y difícil la salida. Usa tus lágrimas, no hay en el mundo elocuencias tan eficaces para un hombre. Viviendo, todo falta; muriendo, todo sobra. Todo lo iguala el amor – le pidió para la siguiente conexión, o sea, amor con preaviso- Un hombre soltero y con fortuna siempre precisa de una esposa.
“Solo podemos hacer lo correcto tal y como lo entendemos, y con reverencia encomendarnos a Dios…”.
Debemos enseñarle la buena música o se hundirá a las primeras de cambio.
…le había informado que por cada eyaculación la media de espermatozoides equivalía a la población del Reino Unido, fascinado con sus renacuajos. Y que todos los maleficios reinarían sobre la tierra para cuando muriese la Reina Madre. Además, que el orgasmo de los gorrinos podía durarles de dos a tres horas.
Es imposible que un hombre no eyacule dentro de una mujer porque lo diga una ley.
Nunca me siento tan sola como el día que me voy de un país.
Adolescente, princesa, reina. Ciento ocho años de la Reina Isabel II.
Un reino entre fogones varios, de necesidad imperiosa, rebozados en oro y mierda.
Es un correctivo a la hija adolescente de un magnate, que la fuerza a suscribir un contrato y la asciende al mayor imperio conocido, casi que relevando a la mismísima reina Isabel II. Otra, que Lo tenía todo, y no tenía nada. Ese multimillonario anglosajón hizo bueno el dicho por el que “los neoyorquinos no sabían a quiénes tenían de vecinos”.
Alguien que supo sacar un beneficio a todos y cada uno de sus actos, sabiéndose rodear, que también dejando caer a sus peones. Un tipo sinigual, como esa naturaleza salvaje y circular que ya iba siendo maldita, por incontrolable. La prioridad absoluta era la Reina. La de casi todos. Y Cynthia, ¿hija y reina?
Del señor Lowell C. Denson, rico por antonomasia. Y su hija Cynthia. Rebelde y sin madre. Los perros corgis de la corte de Inglaterra y su mediática aristocracia. Destacando Esther Doña, una institutriz paraguaya, así como Texas, el negro que hacía de chófer, y por supuesto un expolicía, Friedman, apodado Fort Apache, más malo que los malos. La madre de Cynthia, falleció a tiros.
Como secundarios podríamos nombrar al oficial de enlace Henry Farrell, y a Charlotte, que estaban en la trastienda del poder; del mismo modo al chef McGrady, un cocinero real con estirpe que sencillamente se daba a su oficio; sin olvidarnos de las restantes damas de compañía, destacando a la jurista Alicia Witt. El sheriff Ryan y su primer ayudante (Dakota Johnson) tuvieron su momento de gloria, tanto o más que Alexander (que trabajaba los olores) y Sam (el peluquero), o el mismísimo gaitero real. Pero Lili, o Lilibet, era el apodo de la Reina Madre.
Justo el año que la corona británica celebra los ciento ocho años de su monarca, la más longeva de la historia conocida.
En el verano de 2021 ya tenía noventa y cinco años Isabel II, enviudada, pero aún con mando en plaza, la que de pose y tonta no tenía nada a su edad. Alguien que, incluso en su tronío, debió aprender a obedecer y jamás mirar la hora: caballo de feria y de tiro.
Nada mejor que los imprevisibles acontecimientos como para datar la naturalidad bien medida. Primero se relata un contrato a modo de escarmiento (de un todopoderoso padre a una hija mimada) y el apremio para que Cynthia gaste la nada reprochable cifra de veinte mil al día, con la condición del tener que buscarse la vida.
Tras ello, se descorren las cortinas de la sociedad que obedece a las reglas no dichas y la ambición -casual o no- de llegar al tótem de integridad y sacrificio de adentrarse en la familia real británica. Todos esos entresijos de lo moderno y lo viejo comulgan con numerosas conversaciones para saber cómo piensan y cómo actúan los que gestionan La Firma como si Dios fuera mujer, esclavos de su país/es y de sus rangos, legitimando las interminables obligaciones.
Todo comienza en Nueva York, donde las putas lo tenían todo muy claro, pareciera deducirse. Y transcurren los primeros días/semanas en esa Norteamérica cambiante. El desdén monárquico súbito y salvaje se va dejando caer conforme se suceden los acontecimientos, ya sea, la colonia Amish donde se refugian, entre otros lugares, o el pueblo de Esme donde son capturados y han de subirse al autocar escolar Apolo 13 para acabar en la embajada británica en Washington.
Pero sí, están algunos de los mejores castillos y palacios de Gran Bretaña (Buckingham, Kensington, Balmoral, Sandringham, Westminster) y el mismísimo Parlamento británico con sus menesteres y el rancio abolengo. Sin embargo, la ciudad de Leeds, o restantes países, como Finlandia, tienen su aquel, sobre todo al desencadenarse una estrategia de alianzas mundiales.
Porque jóvenes y adultos quieren lo mismo. Porque la riqueza tiende a la riqueza, y porque los clichés y las categorizaciones sociales no se suceden solas. Y mentir es difícil, casi tanto como ocultar las nubes que preceden a la tormenta. Misivas y confesiones que se traman y cifran alienándose el poder con la suerte y las tradiciones.
A todo esto, con ese nuevo orden mundial, en la postguerra (Tercera Guerra Mundial); y con el cambio climático haciendo de las suyas, plantando cara a las Norteaméricas, China, Rusia y demás, habiéndose quedado la Vieja Europa muy atrás (llegando otra vez tarde a la libertad).
Difícil concebir algo más acertado que la necesaria muerte de alguien cuando llega al final de sus días. Y si es reina madre se debe a su relevo, que regenta (echando en falta el verdadero sostén de los suyos).
De eso se aprovecha el tal Lowell C. Denson y su cohorte, que están, como ricos que son, en su construcción del mundo dejando migas de pan con actos magnánimos y sostenidos, y otros tantos menos elocuentes, pero más efectivos para consigo mismos, como entronizar, o procurarlo, a alguien de los suyos: Cynthia.
Una joven que debía crecer rápido, y eso que no quería. La mujer que tenía en su mano la llave de muchas puertas, negocios y países; Estados más bien. Y a un pretendiente prototipo (Hugh), duque, que pareciera vivir solo para sí.
Se escribe en prosa hasta para llorar de emoción si hubiera que hacerlo. Y en las delicias gastronómicas y aristocracias varias, con simpatía y sereno estoicismo, por entre la frialdad y los simbolismos del mayúsculo secuestro y la casi ascensión a la corte del Reino de Inglaterra.
Iba a ser la historia de un secuestro de tantos en la millonaria Norteamérica estadounidense, pero el señor Lowell C. Denson y su inmensa fortuna no podía dejar escapar su oportunidad de aspirar al trono de Inglaterra.
Miseria e hipocresía, que, sumadas a la riqueza y las mujeres, así como a esos súbditos que en todos los reinos perviven, dan cabida a la transformación de Cynthia, hija adolescente del magnate, que nunca antes pudo haber soñado la dimensión de sus actos.
Y de guerras se trata, como la Tercera Guerra Mundial, acaecida poco antes de que la reina Isabel II cumpliera sus ciento ocho años, la mayoría reinando, soberana de tantísimos países y personas, también negocios. Una que Lo tenía todo, y no tenía nada.
Es la contraportada del mundo conocido, del tenerlo todo y no tener absolutamente nada. Del mundo a media voz, donde engañarse y sobrevivir. También lo peor del género humano. Porque había un hueco para cada persona, y no era cuestión del bien o del mal, sino de saber hacerlo y de tener o buscarse la oportunidad y las suertes.
De los personajes esenciales, algunos ya nacieron con el calendario en contra; y los que siempre fueron pobres idiotas necesitaron dibujos hasta para morirse en paz.
Era la dramática América, el perjudicado mundo, y la propia Reina Madre. Indefectiblemente: rastro, destrucción y dolor. Lujo, mucho queso que comer, y negros y blancos.
“Las mujeres tienen un problema de salud del que apenas se habla” decía el magnate, poderoso y manipulador por entero. Confluencias, tácticas y situaciones patrimoniales que radicalizaban aún más si cabe al ciudadano medio estadounidense.
Todo ello, siendo la aristocracia algo más que “divertidas mujeres de ojos azules barruntando ganas de triunfar”, a los que no les costaba mucho sentarse en la mesa para apostar o para darse a una bacanal y vomitarla. Y Leeds, la ciudad más cool de Gran Bretaña, no muy lejos de ese escenario de cine en el que se convirtió todo.
En fin, naturalezas, diarios, institutrices, policías, amantes y personas que cada día aprendían a amar más a su país: besos y miseria. La corte siempre necesitó de extrañas amistades, de voces claras y limpias, de una pantomima de banderas, y de sentires de hojaldre.
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