Entonces aparecía la violonchelista tocando Bach como que en un bosque de Dinamarca con los ciervos de la Base subyugados, y Juanjo Lara les encogía las tripas y el corazón y la nada; ninguno se iba. Juanjo era un tipo muy creyente, y apuntándoles les decía: “Si me ves por alguno de tus pensamientos, abrázame que te extraño”. Y les descerrajaba un tiro dándoles la espalda.
La demolición de la Base Naval de Rota iba a costar treinta y cuatro millones de euros por metro cuadrado. Ya estaba diseñada. A los que habría que sumar otros doscientos quince millones en indemnizaciones. Ya no eran los ciento y pico. El suelo debería restaurarse a su estado anterior, y la isla artificial construida de más de siete mil hectáreas, así como que el embalse, habrían de desaparecer totalmente.
Ese paraíso de mucho más de ciento sesenta kilómetros cuadrados, ubicado en los municipios gaditanos (con todos sus complejos y marinas dispuestas en hilera siguiendo la forma natural de la ensoñación humana con formas geométricas, grandes ventanales, amplias azoteas y placas solares, edificadas en parcelas de ochocientos metros de media) terminaría peor que Leningrado tras la batalla de los dos años, con su millón y medio de muertos y casi que dos mil caníbales sin ni llevarse nada a la boca.
Empezaba la guerra de nervios, la inanición, el infierno de los novecientos días y cuantos más hubiera mejor… las mujeres, el relato político, y lo militar. Ahora bien, Marriott abriría sus puertas en las próximas semanas. Un hotel de lujo en un antiguo Monte de Piedad, con seiscientos veinte trabajadores, sumándose a las restantes instalaciones. Doscientas habitaciones y suites. Además, ofrecía cinco espacios gastronómicos diferentes, entre los que se incluía un restaurante exclusivo, un bar de cócteles, un sky bar y una terraza en la azotea, junto a la piscina.
The Rota Edition estaba a muy poca distancia del Triángulo de Oro del Arte de Rota, y cerca de la iglesia Baptista donde el concurso de brownies. Pero las verrugas pasaban a ser un problema muy común entre las personas, tanto o más que el rasurado genital o los puntitos rojos u otros tantos perjuicios estéticos, cosa que curiosamente, convivían con anuncios de pechos desnudos. De mujer, por supuesto. Tetas. Manuela había decidido borrar los pezones en esos anuncios de las redes digitales de la Base para evitar problemas mayores, lo que no hizo fue obviar los cuarenta y tres muestrarios por partida doble que hacían moverse con libertad a quienes se dejaban su sudor, usaran o no tampón en según qué días.
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