No era gente de esas, de historias de alcobas, sí era un fanático a pesar de su temperamento filosófico. ´Lluvia roja´ era la palabra que usaba como seguridad. Eso bajaba los humos a cualquiera. Era maestro y mago, hasta que el rey se inclinó y los mató.
Fue su Venus, desde la sombra llameante; en ese hotel nómada, con su amor y los sentimientos desordenados. Nadie se quedaba con ganas en aquel lugar. Ellas colaboraban con el valor de ser mujer. No eran de tomar limonada o agua mineral, su poesía del pensamiento las obligaba a beber todo lo concentrado. Eran VIP: gramáticas de la creación… por tiempo limitado. Hambre y seda.
Más la fama y la bondad insensata de la vida secreta de esos edificios, sumado al manual de aquel dictador hizo que el destino de los caballeritos blancos ya fuera otro. Pero como si no fuera testigo todo se quedará en ese libro de los secretos, con sus fragancias y sus trampas. Un pesar de patria, pura extrañeza. Y fanatismo. ¡Está hecho! La herida es demasiado grande y nada. Resulta difícil probar que no sabía nada de cómo se gestó la maldita lluvia roja. Las víctimas siempre son las mismas, y se ciñen a la búsqueda compartida; mismos temperamentos, mismas filosofías… bajo dos banderas, dos escaleras. No hay más cárcel que los ojos vacíos: actos obscenos en lugares privados, también.
Cuentos, quedará en eso, para cualquier ladrón de recuerdos. ´Lluvia roja´, diría.
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