La Galicia Mexicana

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    ¿Qué es?

    Es la historia de la emigración de una parte de esa Galicia olvidada, arcaica, y donde si se daba la mano había que mirar a los ojos. A través de sus actos y rutinas, surgen los secretos de sus vidas, miserias y el dinero como especie que convive.

    La Galicia Mexicana es mucho más que una institución que rige a los gallegos en tal país.

    Nada es lo que parece hasta que encajan las piezas. Hay una micro-sociedad de personajes extremos, conciudadanos que utilizan su vida y sus muertes como pensamiento y negocios, a pesar de los esfuerzos por educar en la igualdad, ya fuera en la Galicia natal, como Avión (el pueblo de los helicópteros y de los ricos pobres), o América y la realidad cotidiana de México y las culpas primigenias.

    Son palabras contra el olvido, vulnerabilidades. Toda una sociedad en la que se había olvidado la experiencia del llanto. Y un mal lugar para ser mujer (todo lo que creían saber del amor podía ser falso).

     

    ¿De quién trata?

    De Don Avelino, el patrón. Los fantasmas del pasado y el dinero siempre fueron la única compañía que nunca abandonó a las familias Vázquez-Raña, Dacasa, Reigosa, Mendes y otras tantas. Con muchos habiendo triunfado en México y sus negocios, vecinos heterogéneos y unidos.

    Seres de media sangre, de dos países. Quienes como ricos deben afrontar el retorno al pueblo, y el alter ego de las nuevas generaciones, que les recuerdan todo aquello que perdieron por el camino. Los lenguajes de la verdad aparecen y relacionan las pesquisas y la cotidianeidad. Albertito Dacasa tiene su propia conjura, y se enfrenta a ese Mendes que dirige el Centro Gallego en México. Aveliño, cual viejo carcamal, maniata y utiliza. Fue peluquero, y de todo.

    Margariña, su secretaria, lo sabía. Y Pío Cabanillas, u otros como Olegario. Xenaro y las brigadistas le investigan a él y a otros tantos. Todos gallegos, de esos rotundos concellos (de mansiones, ganado y tierras de labrar). Y cómo no mujeres y mujerzuelas: destacando Rosa. Rosita. Otra que quiere su venganza, madre de un hijo, como tantas otras (abocadas al infortunio y enconadas).

    Personajes sólidos y complejos. Cuya memoria siempre se aferra a la primera vez.

     

    ¿Cuándo se desarrolla?

    Hacia el otoño e invierno de 2022, también cuando las fiestas patronales de Avión, momentos en donde se juntaban las fuerzas de las voces, de ricos y no tanto; dolor y violencia, sexo.

    Ocasiones que lo amplificaban todo, teniendo como excusa la tierra. Extraña condición humana.

     

    ¿Cómo se trabaja?

    Se empieza conociendo la realidad de esa emigración. La necesidad. Y cómo se abrieron paso en México, algo no tan inmediato. Conllevó sudores, dramas y hasta generaciones. Más suerte.

    Después, la enérgica serenidad de hacerse notar, saber dónde faltaban y dónde sobraban, celebrando el ser gallegos (pecados de una España siempre en obras). Con México y sus supervivencias.

    Para al final, el desembarco a los pueblos de donde salieron en su mayoría. 

    ¿Dónde sucede?

    Oficialmente todo parte de Avión, un pequeño pueblo gallego, con sus hórreos y los coches de lujo. Y el México donde no había contemplaciones, siendo ellos inquilinos y conviviendo todos. Cima inalcanzable, y el dolor ajeno la nacionalidad más temida.

    Un pueblo donde todo el mundo sabía algo pero nadie lo sabía todo; y donde si los enseñaran a perder ganarían siempre.  

    ¿Por qué?

    Nadie se cree a estas alturas la patraña dulce y honrosa de morir por la patria. Todos tenían familia, y casi que hijos que había que encauzar antes o después. También envidias, rencores, algo imperecedero. Y la decadencia de los mayores prevaleciendo, uniéndose la generación más analógica con la más digital, y lo pesado del corazón. El único amor del que no se habían arrepentido de vivir, algunos.

    Porque la magia de cerca jamás se hacía de lejos, dando lugar a la amistad marcada por la rebelión y la búsqueda de la libertad más allá de la rígida jerarquía social del pueblo, pueblos, y el vano orgullo del vencido.

    La ocasión y la tentación, misma cosa. Y los buenos muebles hablando de una vida, exilios, protegiéndoles de la fealdad del mundo.   

    ¿Para qué?

    Para conocer aquello que aparentemente no era más que un viaje de pocos días de unos ricos a sus antepasados, en unas fiestas de verano. Personas que emigraron, sí. Y de ahí el arma del engaño: sus discursos, el/los imperios construidos, la bandera gallega y mexicana, y todas las decisiones tomadas, los infortunios y la fuerza de la voluntad o más bien la necesidad.

    Con el tiempo rompiéndose entre las manos como una flor seca, intentando estar en paz viviendo el presente, tejidos de idéntica naturaleza que los sueños. Y el valor huyendo de cualquier precio, necesitando todos de recuerdos para saber quiénes eran, no confundiendo el desencanto con la verdad.

    A sabiendas que los imperios se construían sobre sangre, demonios de sonrisa burlona.  

    ¿Qué formato se aplica?

    Se escribe en prosa, con la media verdad de esa historia, contextualizando y no sacralizando el mensaje de esos todopoderosos, oriundos, salvajes y extranjeros.

    Siendo Don Avelino el gran anfitrión, uno que no estaba viejo, estaba mayor, por años que tuviera. Y niños fingiendo querer las mentiras de los adultos; habitados por una nostalgia incomprensible, todos.

    El pueblo en el que cabía el mundo, un pueblo sumido en un silencio artificial. La pobreza que no se veía.

    El dolor ajeno siempre fue la nacionalidad más temida. Para los gallegos y los mexicanos venía a ser la realidad misma. Y cuando uno se hacía viejo, no había mucho de lo que asustarse ni por lo que temer.

    Con Don Avelino al frente de la institución denominada El Centro Gallego, se regía a todos los gallegos emigrados a México, y por mucha automatización e inteligencia artificial que hubiera, las vulnerabilidades se marcaban con el paisanaje de las cuatro familias por antonomasia. Él era un Mendes, si bien palabras contra el olvido también tenían los Vázquez-Raña, los Reigosa y los Dacasa. Emigrantes gallegos, por antonomasia, que se dejaban guiar por el viejo carcamal esperando su momento.

    El concello de Avión no dejaba de ser una aldea mísera, mala en invierno, dura en verano y nunca buena salvo cuando se fingía en las fiestas patronales. No pudiéndose asumir los confinamientos por muy atractiva que fuera la jaula. Otra comarca en donde la suerte tenía peor reputación que el esfuerzo. La otra Galicia.

    Nadie se mentía a empresario para ser un segundón. Eso decía el valor del tiempo. Y que cuando los hijos se iban por mucho tiempo olvidaban quiénes eran. Luchar contra todo ello y la cara amable de la justicia y los gobiernos les pasaba factura a los mandamases. Por cada muerte se pagaba un precio. Matar no era una acción noble, ni siquiera cuando se hacía por Dios.

    La intimidad era pertenencia, y había que pagarla. Había besos que pronunciaban por sí solos la sentencia de amor condenatoria, había besos que se daban con la mirada, y había besos que se daban con la memoria.

    Muchos, de no haber salido del pueblo, emigrando a México, hubieran acabado en la cárcel o suicidándose. El tránsito del miedo al odio era corto y fácil de recorrer. “Un hombre sabio no se pregunta jamás a quién sirve” alegó uno.

    La trampa era conseguir salir de su destino, su pasado y su entorno invariable. Los jóvenes, no tolerando el silencio ni el aburrimiento. Con el peligro de los amores desiguales, todos. Familias muy juntas, que no unidas: en soledad.

    Avión (Galicia) y México, territorios del daño donde se mezclaba lo voluntario y lo voluntarioso. Y mujeres cansadas de tratar de llenar sus espacios vacíos con cosas que no necesitaban y personas que no les gustaban; prefiriendo las crudas distancias que las tibias cercanías, y las ausencias que brindasen paz a las presencias que se las quitaban. Mujerzuelas, chamacas.

    Órale pues.

     

     

    Pilara
    Aveliño
    Anselmo
    La Brigada
    Elvira
    Caroline
    Rosita
    Eduardo
    Polanco
    El Centro Gallego
    Margariña
    Beitio
    Luisito
    Don Peio
    Xoaquina
    Xulia
    Albertito Dacasa
    Olegario
    Xenaro
    Pío Cabanillas
    Vázquez-Raña
    Agostiña
    Reigosa
    Mendes
    Avelino Mendes (Don Avelino) -hijo de Antía y Muxío-

    Su hija reconocida: Pilara

    Primera esposa: Xoaquina (fallecida)

    Segunda esposa: Xoelia -de los Dacasa-

    Fernán -tío de Avelino-
    Luisito Reigosa Mendes -sobrino de Don Avelino-

    Esposa: Agostiña

    Hijo mayor: Eduardo

    Hija menor: Aurelia

    Rosa: empleada, interna de Don Avelino
    Albertito Dacasa: líder de una de las familias
    Olegario (Xosé Regueiro): empleado, cuida de su casa en Galicia
    Pío Cabanillas: empleado, chófer
    Margariña: secretaria personal de Don Avelino
    Otros:

    Don Peio (anterior gestor del Centro Gallego)

    Macarena (sobrina de Margariña)

    Xenaro (policía), su mujer Olaia; su hija Xosefa; su hijo Beitio

    Brigadas: Icía, Minia, Xulia, Saínza

    Etc.

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