Difícil encontrar tanta ternura y perversión en una sola tierra.
“Culparanche por non estar morto”, escuchó.
“Si das la mano hay que mirar a los ojos”.
Trabaja en lo que tienes que trabajar, y no te separes más de la familia. Galicia siempre será Galicia, tierra de gallegos y de los de afuera.
“Ojalá supiéramos dejar ir lo que ya nos dejó ir”.
-Ojalá lo que estés buscando, valga lo que estás perdiendo.
“Las balas tienen ideas propias, las disparan los hombres, pero las reparte Dios”.
…querida, la justicia no pertenece a los jueces, emana del pueblo.
“El general tiene que estar con los soldados, si no hay soldados no hay general”.
“La nación que pierde su suelo, pierde sus orígenes”.
“Bien hecho es mejor que bien dicho”.
Hacer muebles eran muchas cosas.
-Vaite durmir caravel, o cabalo non quere beber. Vaite a durmir rosa, o cabalo ponse a chorar.
-Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo -estuvo obligado a decirle Pío Cabanillas.
-Todo lo que crees saber sobre el amor puede ser falso. Sin él, la sociedad caería en el caos. Sevillana. Non me toques as palmas das mans.
“Non me toques as palmas, o lume non sempre arde”.
A tener mujeres que lo podían enseñar todo y a ser más decentes que la que nunca había salido del pazo donde nació y creció. A amar a Dios, y a comerse el mundo. A tener futuro sin ser nadie, y a perderlo en un santiamén.
-Si no es mucho pedir, quédate conmigo siempre –se les presentaba.
-Las que aman, y las que amamos –las identificaba el policía al cargo, cuando tenía reunión de ese grupo y focalizaba: su obsesión-. Un vértigo de divas y un llanto de princesas que no podemos dejar escapar –se adornaba-, como vosotras.
“Deus e bó; pero o demo tampouco e malo”.
-Si supieras toda la verdad niña ¿tendrías menos miedo?, ¿o más? Porque lo tienes.
-El sexo en la primera cita es como una entrevista de trabajo, si te llaman al día siguiente, el empleo es tuyo… Me puede fallar la vista, pero nunca mi intuición –acuñó jactándose-.
-Uno puede elegir dónde quedarse y cuándo irse, lo importante es tener bien claro dónde faltas y dónde sobras.
-Preferiría morir de hambre que traicionar a padre.
-Se lle pides moito a unha muller, tamén hai que darlle moito.
-Me duermo en los entierros de mi generación.
-Un burro con Internet no deja de ser un burro.
-Sí Margariña, querida. Lo sé. La simplicidad es la sofisticación máxima. Por eso los voy a matar a todos.
-Esta noche cena Pancho -escuchó muchas tardes, azuzándola con su- órale pues.
“Siempre esperando, siempre en un rincón, pensándote”.
-Alejarse duele, pero duele más quedarse sabiendo que tu lugar no es ese. He visto a hombres que nunca habían tenido miedo de que los violasen, derrumbarse.
-Non te morderei a menos que me pagues, home.
-No quiero que te quedes, quiero que te quieras quedar.
La eterna diatriba de hacer lo correcto le pudo entonces a Rosita, que casi lo estrangula harta de la quemazón de tanto hielo.
Al día siguiente no murió nadie.
-No cualquier hombre irá a quererte a tu casa, señorita.
-Xenaro, todos somos animales interesados por lo carnal y fascinados por el deseo. Animais salvaxes.
-Si las reglas son para quienes cumplen las reglas, dígame Don Avelino ¿por qué vale menos la tierra que cubre su tumba que la de otros, con tanto que tiene?
-Si aquellos a quienes empezamos a amar pudieran saber cómo éramos antes de conocernos… podrían percibir lo que han hecho de nosotros. La serenidad se logra si tu conducta es acorde con tus valores.
“La única manera de no ser una mujer casada en tal lugar era ser rica”.
-Te quedas porque crees que no eres nadie. Que te lo mereces. Que no puedes aspirar a nada mejor… y porque ni tus padres ni allegados tienen para endeudarse más y más. Te quedas en la nada.
-Le tengo más miedo al matrimonio que a la muerte.
-Nos perdemos esperando a ver cuándo será que el otro por fin se vuelva otro, Albertito. Estás peleando por la nada más grande de la historia. Un cajón que no se abre es un cajón que no se abre. No me seas mamón.
Semejante acumulación de silencio pudo ser la antesala del desastre.
-Alberto, todos los efectos, como el champán, suben y bajan. Sabes, o debieras saber que no me gusta decir cosas gruesas, y que odio la mentira… Si tuviera que describirte a ti mismo, te diría que eres listo, capaz, pero joven. Novo, necesitas pasar o tempo aquí.
-En el mundo que tú crees no existirá el amor, Alberto. He aprendido algo que tú no sabes en todos estos años. Tú propio padre jamás me lo echó en cara. O teu propio pai.
Y el retomar de su Galicia rindiendo también tributo a Margariña, apreciada por todos, en su larga siesta con Dios. Aquello que no se podía decir era justo lo que más les afectaba. “Ao final coñeces a unha persoa máis por como marcha que por como chegou”.
Avión, el pueblo de los helicópteros, los ricos y la lista negra de jubilados pobres, con sus idas y venidas. La Galicia donde no había tanatorios ni morgues algunas.
Es la historia de la emigración de una parte de esa Galicia olvidada, arcaica, y donde si se daba la mano había que mirar a los ojos. A través de sus actos y rutinas, surgen los secretos de sus vidas, miserias y el dinero como especie que convive.
La Galicia Mexicana es mucho más que una institución que rige a los gallegos en tal país.
Nada es lo que parece hasta que encajan las piezas. Hay una micro-sociedad de personajes extremos, conciudadanos que utilizan su vida y sus muertes como pensamiento y negocios, a pesar de los esfuerzos por educar en la igualdad, ya fuera en la Galicia natal, como Avión (el pueblo de los helicópteros y de los ricos pobres), o América y la realidad cotidiana de México y las culpas primigenias.
Son palabras contra el olvido, vulnerabilidades. Toda una sociedad en la que se había olvidado la experiencia del llanto. Y un mal lugar para ser mujer (todo lo que creían saber del amor podía ser falso).
De Don Avelino, el patrón. Los fantasmas del pasado y el dinero siempre fueron la única compañía que nunca abandonó a las familias Vázquez-Raña, Dacasa, Reigosa, Mendes y otras tantas. Con muchos habiendo triunfado en México y sus negocios, vecinos heterogéneos y unidos.
Seres de media sangre, de dos países. Quienes como ricos deben afrontar el retorno al pueblo, y el alter ego de las nuevas generaciones, que les recuerdan todo aquello que perdieron por el camino. Los lenguajes de la verdad aparecen y relacionan las pesquisas y la cotidianeidad. Albertito Dacasa tiene su propia conjura, y se enfrenta a ese Mendes que dirige el Centro Gallego en México. Aveliño, cual viejo carcamal, maniata y utiliza. Fue peluquero, y de todo.
Margariña, su secretaria, lo sabía. Y Pío Cabanillas, u otros como Olegario. Xenaro y las brigadistas le investigan a él y a otros tantos. Todos gallegos, de esos rotundos concellos (de mansiones, ganado y tierras de labrar). Y cómo no mujeres y mujerzuelas: destacando Rosa. Rosita. Otra que quiere su venganza, madre de un hijo, como tantas otras (abocadas al infortunio y enconadas).
Personajes sólidos y complejos. Cuya memoria siempre se aferra a la primera vez.
Hacia el otoño e invierno de 2022, también cuando las fiestas patronales de Avión, momentos en donde se juntaban las fuerzas de las voces, de ricos y no tanto; dolor y violencia, sexo.
Ocasiones que lo amplificaban todo, teniendo como excusa la tierra. Extraña condición humana.
Se empieza conociendo la realidad de esa emigración. La necesidad. Y cómo se abrieron paso en México, algo no tan inmediato. Conllevó sudores, dramas y hasta generaciones. Más suerte.
Después, la enérgica serenidad de hacerse notar, saber dónde faltaban y dónde sobraban, celebrando el ser gallegos (pecados de una España siempre en obras). Con México y sus supervivencias.
Para al final, el desembarco a los pueblos de donde salieron en su mayoría.
Oficialmente todo parte de Avión, un pequeño pueblo gallego, con sus hórreos y los coches de lujo. Y el México donde no había contemplaciones, siendo ellos inquilinos y conviviendo todos. Cima inalcanzable, y el dolor ajeno la nacionalidad más temida.
Un pueblo donde todo el mundo sabía algo pero nadie lo sabía todo; y donde si los enseñaran a perder ganarían siempre.
Nadie se cree a estas alturas la patraña dulce y honrosa de morir por la patria. Todos tenían familia, y casi que hijos que había que encauzar antes o después. También envidias, rencores, algo imperecedero. Y la decadencia de los mayores prevaleciendo, uniéndose la generación más analógica con la más digital, y lo pesado del corazón. El único amor del que no se habían arrepentido de vivir, algunos.
Porque la magia de cerca jamás se hacía de lejos, dando lugar a la amistad marcada por la rebelión y la búsqueda de la libertad más allá de la rígida jerarquía social del pueblo, pueblos, y el vano orgullo del vencido.
La ocasión y la tentación, misma cosa. Y los buenos muebles hablando de una vida, exilios, protegiéndoles de la fealdad del mundo.
Para conocer aquello que aparentemente no era más que un viaje de pocos días de unos ricos a sus antepasados, en unas fiestas de verano. Personas que emigraron, sí. Y de ahí el arma del engaño: sus discursos, el/los imperios construidos, la bandera gallega y mexicana, y todas las decisiones tomadas, los infortunios y la fuerza de la voluntad o más bien la necesidad.
Con el tiempo rompiéndose entre las manos como una flor seca, intentando estar en paz viviendo el presente, tejidos de idéntica naturaleza que los sueños. Y el valor huyendo de cualquier precio, necesitando todos de recuerdos para saber quiénes eran, no confundiendo el desencanto con la verdad.
A sabiendas que los imperios se construían sobre sangre, demonios de sonrisa burlona.
Se escribe en prosa, con la media verdad de esa historia, contextualizando y no sacralizando el mensaje de esos todopoderosos, oriundos, salvajes y extranjeros.
Siendo Don Avelino el gran anfitrión, uno que no estaba viejo, estaba mayor, por años que tuviera. Y niños fingiendo querer las mentiras de los adultos; habitados por una nostalgia incomprensible, todos.
El pueblo en el que cabía el mundo, un pueblo sumido en un silencio artificial. La pobreza que no se veía.
El dolor ajeno siempre fue la nacionalidad más temida. Para los gallegos y los mexicanos venía a ser la realidad misma. Y cuando uno se hacía viejo, no había mucho de lo que asustarse ni por lo que temer.
Con Don Avelino al frente de la institución denominada El Centro Gallego, se regía a todos los gallegos emigrados a México, y por mucha automatización e inteligencia artificial que hubiera, las vulnerabilidades se marcaban con el paisanaje de las cuatro familias por antonomasia. Él era un Mendes, si bien palabras contra el olvido también tenían los Vázquez-Raña, los Reigosa y los Dacasa. Emigrantes gallegos, por antonomasia, que se dejaban guiar por el viejo carcamal esperando su momento.
El concello de Avión no dejaba de ser una aldea mísera, mala en invierno, dura en verano y nunca buena salvo cuando se fingía en las fiestas patronales. No pudiéndose asumir los confinamientos por muy atractiva que fuera la jaula. Otra comarca en donde la suerte tenía peor reputación que el esfuerzo. La otra Galicia.
Nadie se mentía a empresario para ser un segundón. Eso decía el valor del tiempo. Y que cuando los hijos se iban por mucho tiempo olvidaban quiénes eran. Luchar contra todo ello y la cara amable de la justicia y los gobiernos les pasaba factura a los mandamases. Por cada muerte se pagaba un precio. Matar no era una acción noble, ni siquiera cuando se hacía por Dios.
La intimidad era pertenencia, y había que pagarla. Había besos que pronunciaban por sí solos la sentencia de amor condenatoria, había besos que se daban con la mirada, y había besos que se daban con la memoria.
Muchos, de no haber salido del pueblo, emigrando a México, hubieran acabado en la cárcel o suicidándose. El tránsito del miedo al odio era corto y fácil de recorrer. “Un hombre sabio no se pregunta jamás a quién sirve” alegó uno.
La trampa era conseguir salir de su destino, su pasado y su entorno invariable. Los jóvenes, no tolerando el silencio ni el aburrimiento. Con el peligro de los amores desiguales, todos. Familias muy juntas, que no unidas: en soledad.
Avión (Galicia) y México, territorios del daño donde se mezclaba lo voluntario y lo voluntarioso. Y mujeres cansadas de tratar de llenar sus espacios vacíos con cosas que no necesitaban y personas que no les gustaban; prefiriendo las crudas distancias que las tibias cercanías, y las ausencias que brindasen paz a las presencias que se las quitaban. Mujerzuelas, chamacas.
Órale pues.
Su hija reconocida: Pilara
Primera esposa: Xoaquina (fallecida)
Segunda esposa: Xoelia -de los Dacasa-
Esposa: Agostiña
Hijo mayor: Eduardo
Hija menor: Aurelia
Don Peio (anterior gestor del Centro Gallego)
Macarena (sobrina de Margariña)
Xenaro (policía), su mujer Olaia; su hija Xosefa; su hijo Beitio
Brigadas: Icía, Minia, Xulia, Saínza
Etc.
Avión; México; Familia; Don Avelino; Centro Gallego; Alberto Dacasa; Terminal aeropuerto; Patrón; Violar; Vázquez-Raña; Mar; Nacimientos; Reigosa; Mendes; Anciano; Carlos Slim; Soledad; Margariña; Extranjeros; Buque Covadonga; Emigrantes; Cuba; Brigadistas; Miami; Xenaro; Sarreaus; Peluquero; Mueblería; Llavero; Horquilla dorada; Ruido marrón; Acciones; Discursos; Jet; Políticos; Albariño; Beitio; Galicia; Cabanillas; Boxeo; Pilara; Muerte; Solemnidad; Negocios; Evento; Periodistas; Putas; Asesinas; Estatua; Pulpo; Helicópteros; Cerveza; Rancheras; Fronteras; Viñedos; Dominó; Hijos; Filosofía y Letras; Militares; Viento; Negra; Rosita; Chamacas; Mezcal; Órale pues…