A buen juez, mejor testigo
Los buenos son aquellos que se conforman con soñar lo que los malos realizan.
-Naomi, es normal tener miedo si antes no te supieron cuidar, guapa- comentó. -La memoria es una función intelectual, se apoya en según qué emociones.
Es el arte lo que purifica el alma del polvo de la vida cotidiana.
-Nunca vi a una bolsa de dinero operar como un cirujano- le contestó, como si fuera Naomi.
Si pones a un perro al frente de los leones, los leones morirán como perros.
Los tres de Emily algo sabían, solo que una vez, además, se saltó un semáforo.
El blues tuvo un hijo y lo llamaron rock and roll…
Nunca antes había ayudado a operar a un crío con movilidad únicamente en el índice y el pulgar.
A esa sonámbula, solo Gordon le ponía la bandeja de agua a los pies de la cama, y eso que era inválida desde hacía tiempo.
El entramado estuvo perfectamente urdido, había sostenibilidad, ecologismo (ese pediatra era miembro de una sociedad botánica) y sueños por cambiar el mundo (ostentaba un blog el muerto, donde ponía las cosas en su sitio desde La poesía de la serenidad, que era como se titulaba el mismo).
-El truco consiste en descubrir quién es bueno y quién es gilipollas. ¡Mal!, padre. Mal. Es tu hija, no un robot de tantos, o un medio muerto de esos que compramos para practicar anatomía.
Chocolate, manzana, menta, limón, vainilla y otros productos se repartían, cual lira de las masas. Otra manera de amplificar el discurso del establishment.
-En el golf puedes escoger entre muchas formas de golpear, aquí no capitán; el golpe te elige a ti- le tocó el pecho por dos veces. -Yo no podría respirar sino fuera por el golf.
-Lo real es que todo tiene su precio, su esfuerzo- le replicó ese ejecutivo cuando ella protestó
-¡Qué yo tenga que hacer lo menos posible!; como me entere os cuelgo-
La banda de las Tres Caídas tocó partituras durante más horas que nunca, en rara solidaridad.
-Las sociedades del pasado y del presente son simplemente sistemas complejos compuestos de personas y tecnología- introdujo. -Donde mejor resguardado está el patrimonio es en casa de los padres.
A Ora le contó esa pena infinidad de veces, sobre todo cuando salían a cazar grafitis. Les ayudaba a sentirse mejor. Les hacía pensar que su hermana no había desperdiciado su vida al arrojarse.
-Princesa, tengo seis castillos y veinte carruajes; no me quedan fuerzas.
-Yo no doy explicaciones- contestó Naomi. -Mantente a buena distancia, o te contengo de una patada en la boca.
-Como todo en la vida, se sale- desde primera hora se encogió el patrón del club, invitándoles a cercenar sus miedos e inseguridades con ese su ocio, que no incitando a probar suertes afuera. -Esto no es el tarot.
Gibson, su destacado escocés, le hubiera regañado por portarse mal. Andaba por Dublín. Nada había tenido que ver su último mensaje: “Cambia lo que comes y lo cambiarás todo”.
-Mientras que el zorro sabe de muchas cosas, el erizo sabe de una sola- mencionó en su laberinto.
-Naomi, es normal tener miedo si antes no te supieron cuidar, guapa- comentó. -La memoria es una función intelectual, se apoya en según qué emociones.
-Prefiero a los boxeadores, sean quienes sean. O a los mercenarios. Saben quiénes son- profirió Naomi, molesta. Muy enojada.
Una novela descarnada sobre ejecutivos y empleados, a los que les vendieron posibilidades y recogieron realidades. La Tierra, como tal, no debería alimentar a miles de personas más con seres como los Peterson, y sus secuaces. Son auténticas bestias, implacables, y remedio. Gentes que marcan, poderosos sin ruido, y personas de la más tosca ignorancia. La vida humana parece tener un valor muy relativo para los mismos: se detectó cocaína hasta en el agua de los ríos.
No siendo lo suficiente como para crear a un ser humano civilizado y forjar una sociedad plural que les reporte más y más riqueza, tanta como divinidad, saben, no obstante, que el arte transmite muchas veces un suceso y un momento clave de la historia mejor que una foto.
Naomi Peterson, hija adoptada de un eminente neurocirujano y presidente del Centro J.M. Peterson, comparte familia y días de trabajo con la clemencia de otros tigres macho, hermanos y hermanas de distinto color y condición. Casi todos médicos, y ejerciendo. Son el motor de los cambios y no saben adónde pertenecen y si pertenecen a algún sitio. El padre los intenta guiar, no perdiendo el negocio, con sus salas y cuartos traseros. La impaciencia cognitiva.
Fred Boyle, que hace de CEO, y el calvo, un tal Benjamin Jones, representan argucias, asesorando. Su madre, inválida, comparte con el mayordomo y cocinero (Gordon) sus momentos y hobbies. El padre con Sadie, ama de llaves, como poco. Y mirando en derredor, aparte de las Nathalie, Emily, y otros tantos, con sobrinos incluidos, está la perra, Ora, un mal disimulado regodeo, no obstante, disfrutaba con los grafitis. Gibson, un escocés, medio novio medio amigo, tendría un montón de cosas que decir, tantas como Andrew, o los militares en funciones (eslovenos). Todos, viviendo a muerte lenta. Y lo demás sin historias.
Durante los meses de febrero, marzo y abril de un dos mil diecinueve cambiante, con súbita valentía y decisión, deseosos de colaborar para seguir ganando, los que van quedando. Los médicos y gestores, algunos, no entienden más que de números o cuestiones de estatura (rango) y los ritos de amistades circunscritas, más la imperiosa necesidad de verse a sí mismos como seres superiores. Mortífera mezcla de arrogancia, autosuficiencia y pusilanimidad.
Temerosos de perderlo todo, trabajan. Es su condición, lo que les hace peligrosos, se exigen lo máximo. Sí, además tienen la necesidad universal no satisfecha: pertenencias, su otro yo. Por ello que todos sus actos entrañan una elección final a despecho de su complejidad entre el silencio y la voz, una victoria con muy mal resultado, pues el tiempo no borra: ubica.
En otra ciudad, quizás no tendrían tanta importancia, solo que ahí Dios les garantiza caer de pie.
Hacía décadas que Chicago no volvía a ser la ciudad de los vientos, esa segunda gran urbe, tercera para algunos. Imagen de Londres para unos, de Washington y Nueva York para otros.
La Finca, ese lugar alejado, no tanto, del Centro J.M. Peterson es una extensión más de ese fin y principio sanitario de los Peterson, que antaño tuvo una fea e insípida fachada, y en tiempos, ha ido cobrando una resplandeciente y majestuosa capitalidad, que ni Venecia le envidia.
En las paredes y recovecos, Florencia crece, haciendo del centro sanitario algo atractivo, inimaginable, proporcionado a quienes lo frecuentan y regentan. Y, desde las alturas se filtra el sonido de un profundo suspiro vaticano, confuso por hacer algo más que obedecer a su Roma.
La amistad ejecutiva ni es familia ni es amistad, sino trabajo. Y los trabajos requieren de obediencias ciegas muchas veces, decisiones que menoscaban los desarrollos personales. La conciencia social como bien común la manejan satisfactoriamente; las suyas, propias, no tanto. Beben, fornican, engañan, se venden unos a otros, fuman y demás. Cualquier cosa les da la menor utilidad. Hasta hacen vudú. Necesitarían hacerse la cirugía estética para salir de casa, ahora bien, ello es parte de su diván y patíbulo, son ellos quienes ofician la popular medicina.
Algunos tienen de sí una doble imagen: como de grandes hombres o mujeres, y al tiempo, de irritables, mandones, excéntricos o viejos. Quizás, hubiera sido preferible decir lo que pensaban; los médicos no pagan ni el café, y el resto de personal sanitario reparte sustantivamente.
Casi nunca la sociedad se ha molestado en pensar en quién confía, teniendo más credibilidad el que más tiene y sabe manejar que cualquier otro. Decirse todo aquello que les duele, hijos y empresarios, les desacredita la vehemencia. El uso de las armas y el nexo con la vieja Europa, son palideces que ambicionan tanto o más que los adinerados o la dificultad de ahogarse.
Tener un hospital para pobres en su complejo societario, cosa que no les sugiere vergüenza alguna, influye en la sociedad. Los Consejos de Administración, a muchas plantas de altura, hacen que por sus bocas respire la sociedad; tendiendo a prolongar sus últimos momentos.
Se escribe en prosa. La sólida evidencia de riqueza lo precisa. Lo que demuestra lo difícil que es encandilar sino con envidia sublimada. Renegar del destino es otro placer añadido.
El arte trasmite muchas veces un suceso y un momento clave de la historia mejor que una foto o un titular cualquiera. En La frágil moral es dinero. Medicinas estéticas y reconstrucciones de personas, convicciones, que, siendo iguales se empeñan en parecerse a lo peor del ser humano en una mentalidad de masas por la otra Norteamérica (el Dios más poderoso).
Un mundo creíble, intenso, reflexivo y, sobre todo sexualmente adinerado, donde Chicago, como percepción y época, tiene mucho que aportar. La hija, y su visión desencantada y agridulce, encierra una sátira descarnada más el cruel capitalismo competitivo, amén de las nítidas bellezas, en todo ese hormigueo de la existencia humana que reequilibra a la gente tóxica. Otros tipos de silencio, donde nos vendieron posibilidades y recogimos realidades.
Girar en torno a la soledad y la ilusión, trabajos y naturalezas, conecta con el Centro J.M. Peterson y su conglomerado empresarial, de base sociosanitaria, y esa dinastía que se ve avasallada por intereses varios y acepciones tan singulares como el color de la piel o los apetitos de la juventud en la vejez.
Sí, la vida humana parece tener un valor muy relativo hoy en día.
Los retratos psicológicos de cada personaje van avanzando a fogonazos, partiendo de una prospección simple, con pocos diálogos (solo al principio) para ir hacia esa oratoria moderna, incisiva, donde la protagonista, una chica pobre por rica y extremadamente guapa, usa sus dones para con la cirugía en favor de sí y los demás, teniendo a cambio, inconformismo y hombres y mujeres que la miran como parte del negocio. Naomi, es imperiosa, poder; y, La frágil moral, la sólida evidencia de riqueza.
Los escenarios se definen a tenor de la trama que los guía, respetando en mayor medida la profundidad histórica sin entrar en pormenores, pues, la disquisición principal es esa inquietante y exuberante conjunción de normas, costumbres y usos que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en esa comunidad (Peterson & Asociados).
La música es ese pájaro que da cuerda al mundo, especialmente el jazz. Y la religión o lo que se le parezca, como factor de sostenibilidad, cobra sentido, abarcando esa manifestación entre el bien y el mal.
Lo ideal es no establecer un menú cerrado, hasta se ha detectado cocaína en el agua de los ríos.
Virtuosos, perniciosos, cada personaje descubre parte del tejido social humano, con debates propios de la bioética y lo económico, u otros imperativos categóricos que se les hacen equivalentes: sexo, raza, genealogía, maternidad. Hechos sociales que vigorizan y atribuyen cordura, capacidad de decisión, y que engañan y hieren siendo agudos en grado sumo en todos los mundos sutiles.
Los brindis, el vudú, los fondos de inversión, la promiscuidad, el deporte, los diagramas cerebrales, las riquezas y las empleabilidades más burdas y mundanas, la medicación por hábito necesario y el uso de las armas propician seguridad en ese centro clínico como pautas y exilio. Pero la igualdad en todo es sinónimo de equidad. Y el miedo a los demás, a lo que puedan hacer, un sometimiento estricto. Luego se vive a muerte lenta: y lo demás son historias.
En consecuencia, nuestro Chicago sufre la soledad del país vulnerable. ¿Qué fue de la era de las mujeres fuertes?, ¿o lo son?
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