Le contó esa pena infinidad de veces, sobre todo cuando salían a cazar grafitis. Les ayudaba a sentirse mejor. Les hacía pensar que su hermana no había desperdiciado su vida al arrojarse, destinada a una cámara en ristre permanentemente, siendo alimentada y sondada con el menor ruido posible, salvo por ese respirador artificial y el facto del miedo.
El general más mediático dirigía la defensa y los rescates, también la habitación de la hija del presidente. Tenían una comisaría instalada en el Centro y todo lo que comportaba. La música y ellos componían los ánimos descompuestos, amén del arte que aliviaba los trabajos y los males.
Extracto del capítulo Flores de abundancia, de la novela La frágil moral
-solo con una buena actitud no llegarás a ninguna parte-
(Disponible en Amazon: a buen juez, mejor testigo)
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…