Soldado raso, y a mucha honra.
“No me des tregua, no me perdones nunca. Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves…”
“Por muy bien que cocines tienes fecha de caducidad”.
-Aquellos que nunca cambian de opinión, nunca cambian nada –
-La violencia es uno de los espectáculos más divertidos. Te vas a hacer famosa. Hay que dejar que el bueno sobreviva: tú. ¿Sigues sin encontrarle placer a nada, verdad Cecilia, guapa? Quien va en la retaguardia recibe en la retaguardia. No tengo nada que ofrecerte salvo sangre, esfuerzo, sudor, dinero y seguridad. Lágrimas, mi duquesa.
-El pueblo necesita que le guíen, no que le engañen y que se las apañe solo.
-No te tomes en serio nada que no te haga reír. Es lo mejor, créeme. Te dicen una cosa y luego hacen otra. Estamos en un mundo donde los borrachos son repugnantes, y la mayoría de los abstemios. De veras, la belleza no es nada Cecilia; la belleza no permanece. Si eres feo tienes suerte, porque si le agradas a otra persona sabes que es porque no eres guapo. Lo sabemos tú y yo. Cecilia.
“Aguja sabe lo que cose y dedal lo que empuja”.
-Aunque adviertan al soldado, si está enamorado, en guerra morirá -le indicó el hacker sin mucho éxito, un tipo que a menudo pensaba que la noche estaba más viva y más llena de colores que el día,
-¡Te deshaces de todo lo que no necesitas!
Corbata se llamó su gato. Lo donó por no matarlo, que casi.
Como buenos soldados, por todo lo que no habían llorado delante de ellos y ellas, el personal de oficios únicamente cumplía órdenes y cuando tocaba mirar o dirigirse a alguien se sabía ser gentil y mezquino para no destruir cualquier ilusión.
Pero lloraba. Azucena lloraba a raudales. A veces reía y lloraba, o lloraba y reía.
-Hija, te van a extrañar el día que vean que no hay nadie como tú. Acuérdate de eso y no de más flores negras. ¿Cómo se puede saber los verdaderos sentimientos de aquellos que no tienen voz ni color?
-Pertenezco a esta familia porque no me queda otra –
-Cierto, las mansiones de verdad tienen salones para estar al sol según la hora del día -acentuó su contacto.
-Las cárceles están llenas de poetas, periodistas, escritores, directores de cine y televisión, y todo tipo de adictos al régimen de turno caído -paró-.
De ella aprendió que la idea de no tener país era mucho peor que no tener casa. En los días buenos la buscaba por todas partes y en los malos en ninguna.
Quizás vivían en un país más extremista de lo que sospechaban.
-La imaginación es una cualidad que se le ha concedido al hombre para compensarlo por lo que no es, cariño, mientras que el sentido del humor le ha sido dado para consolarlo por lo que es, mi amor –
De seguir así las cosas llegaría el hambre. La peor de todas las hambres. Era uno de los motivos por los que el bosnio quería salir sí o sí; bajo ninguna circunstancia quería más pena que en su Sarajevo natal
En nuestra familia, todos hemos guardado secretos de vergüenza y terror
-El miedo está bien para sobrevivir, pero no genera confianza
-Yo nunca pego a un caballo muerto ni a ninguna mujer.
Se amaban como seres humanos, pero follaban como animales.
Al igual que las monjas, era buena en la vergüenza y en la culpa, pero no quería ir al infierno.
Un día bueno era un día que no era malo.
…las mujeres no escuchaban lo que la gente decía cuando un tipo era bueno entre las sábanas.
…había contactado con una empresa de Japón que ayudaba a la gente a desaparecer
-Son los tiempos los que reinan, no los reyes
Cerro Gordo no dejaba de ser un balcón de invierno, un sitio desde donde esperar, de esos lugares donde los desheredados de la fortuna ni siquiera aparecían en el body count (el recuento de cadáveres de toda enfermedad o guerra).
Las mujeres siempre hemos sido molestas para las sociedades tradicionales, en la vida pública y en todo.
La prisa no era pecado, por cierto.
Las feas también podían pasar droga.
Las feas también podían pasar droga.
Tenían genes humanos, pudiera deducirse de las vocalizaciones protestonas de los adolescentes juveniles.
Cuando trasladábamos bolsas con restos en los coches sabíamos lo que llevábamos. Es más, algunos hirvieron cráneos para comer.
“Yugoeslavia siempre fue un país a punto de decir ´que no´, que no terminó de aprender a dialogar”.
Cerro Gordo no dejaba de ser un balcón de invierno, un sitio desde donde esperar, de esos lugares donde los desheredados de la fortuna ni siquiera aparecían en el body count (el recuento de cadáveres de toda enfermedad o guerra).
-¿Qué prefieres, un médico que te dé la mano mientras mueres u otro que no te mire a la cara mientras te cura?
Tisma le era mucho más que un cubo de pis caliente, como lo calificó Azucena días antes, rabiosamente…
Era una España que parecía de postguerra, con pueblos impedidos, de los de ni poder hablar, muchos, y prendidos en calentura.
Es la historia de una familia en la que se amaban como seres humanos, pero follaban como animales. Gay y discapacitado refleja la vida de un matrimonio (y la hija de ella), además de todo el entorno donde viven y trabajan: un hotel de la cadena Copacabana. Partiendo del hecho que el miedo está bien para sobrevivir, pero que no genera confianza. Y donde la idea de no tener país es mucho peor que no tener casa.
Quizás por ello, España, Yugoslavia y otros tantos países en donde residieron resultaban más extremistas de lo que pensaban, reinando los tiempos, que no los reyes. Que la prisa no era pecado, ayudaba. Tampoco que las mujeres no escuchasen lo que la gente decía cuando un tipo era bueno en la cama. Las guerras de los Balcanes y todos esos cementerios de conjetura no preguntaban ni por las glorias ni por las nieves habiendo tiempo para querer, para buscar y para olvidar todo lo que se pudo ser.
Tisma y Azucena (bosnio él), más su hija Cecilia (de la Fernández) resultan tan necesarios como el resto de empleados del hotel y lugareños, donde todo el mundo amaba a algo o a alguien.
Las mujeres siempre habían sido molestas, a pesar de no haber visto lo que sucedía en un país/países carcomido/s por gentes civilizadas.
Martin era el gerente del hotel (Margot, su hija; y Eugenia su esposa). Alfred, todo un hacker informático. El maestro de escuela, un gay de tantos. Chicot un alma en pena que sabía demasiado. Su perra Margaret, otro can como los Malone y demás, que perreaban lo que sus dueños decían o hacían. Pau Ancelotti, Adele, la azafata, Cardozo, el médico, o el policía y su hermana, entre otros, venían a ser los seres humanos de esa España que parecía de postguerra, junto con el resto de empleados del hotel, especialmente las limpiadoras (a quienes coordinaba la mayor de las Fernández, toda una obsesa sexual).
El cuándo es el exilio, toda vez que en la obra se va retrotrayendo hacia la guerra de Yugoslavia, y otras. El presente que relata acontece desde agosto 2020 a enero 2021 como si los tontos, pobres e incultos llevasen mejor el engaño y lo de codiciar.
Si se parte de que los buenos ganan a los malos, todo es posible. También cuando el bosnio, que participó de la guerra de niño, afirmaba no pegar a los caballos muertos ni a las mujeres. Mostrar todas las hambres posibles es ir sacando poco a poco el miedo de las convivencias.
Las feas también podían pasar droga en ese lugar, donde las mujeres siempre fueron molestas. Un hotel de esos, de economía de guerra, con todos los genes humanos, habiendo cosas que la voluntad humana no podía olvidar ni superar, siendo más sinceros los síntomas que las personas y enfermedades, llegando a ser poco menos que un cubo de pis caliente, algunos/as.
Isla Cristinita es el enclave onubense donde está radicado el hotel (España). Toda su comarca un entorno inigualable. Amberes (Bélgica), el lugar donde llevaba funcionando desde hacía veinte años un buzón para bebés. Casa Madre donde estaba el mayor banco de leche materna, clandestino, como casi todo; y de donde salían prolijos bebés y esclavas, a quienes por privadas de libertad no le gustaban que les llamasen putas a la cara.
Eslovenia una puta mierda, según la limpiadora. La Alhambra un fortín no del todo inexpugnable. Sarajevo la ciudad de los cementerios. Los Balcanes, en general, una ristra de negocios varios y oficios. Yugoslavia, aquel país que siempre estuvo a punto decir que no. Cerro Gordo el sitio donde la noche de los diálogos. Decir, que el matrimonio cambia de lugar de residencia cada tres años, y no es baladí.
La cuestión nacionalidad e identidad van intrínsecamente unidas a los restos humanos, al pan duro y al suelo donde echarse. Y reflexionar sobre la construcción de un futuro desde las ruinas del presente conduce a que la paz no traiga la calma, sino la múltiple desilusión de las esperanzas, que es lo que les sucede en la obra.
Otro engranaje más en la cadena de terror, como las adolescencias, o ese empoderamiento de las redes sociales cuya solidaridad dejaba poco más que seres zafios y un paisaje lunar, estando Cecilia grabándoles a escondidas videos porno a sus padres por el hecho de convivir y amarse (olvidándose del deleite de devorar un buen libro).
Si el ser humano hace esfuerzos cuando cree obtener algo a cambio, ¿por qué no caminar sobre el inabarcable témpano de hielo de esas primeras guerras que vimos en las noticias, a todo color, de noche, extendiendo la soledad humana de Yugoslavia o lo que iba quedando de ella? Fotografías impregnadas de sabidurías, también, en lo iniciático de ganarse la vida a sabiendas de que todos recogen ganancias, degustando el sabor dorado del dinero y las pulpas aterciopeladas de algunas. Trémulos frutos, y lozanías, que algunos, gays y discapacitados, celebran llenándose la boca de nombres y placeres prohibidos.
Siempre se está buscando nuestro el lugar en el mundo, y eso no cambia a lo largo de la vida.
Se escribe en prosa toda esa bella y triste realidad de ser de dos países y de ninguno. Hambres y hombres, que, al igual que las monjas, eran buenas en la vergüenza y en la culpa, pero no querían ir al infierno. Y donde un día bueno era un día que no era malo, como en el amor.
Se retrata la vida de gentes de clase obrera que pertenecen a la periferia geográfica y social. Es una novela sobre el dinero, sobre la precariedad, sobre los cuidados de la guerra y sobre cómo eso que no tenemos termina definiendo las vidas.
Se cuenta desde las voces de un matrimonio que pasan días grises. Necesitando mudarse nuevamente (lo hacen cada tres años), trabajando para una cadena hotelera en la limpieza y el mantenimiento. Las vidas no les son aburridas, tienen su frescura con sus aficiones más allá de los trabajos y los días, poniendo en valor la relación intergeneracional con la hija de ella y sus pasados, infancias no del todo visibles, con miedos intrínsecos.
La parte deliberadamente femenina es desgarradora. Corrompe, mata. Se cuentan historias universales, invisibilizadas, muchas. En donde se puede pensar todo, pero no hacer todo. El hotel donde ejercen otorga un significado diferente a las palabras, clave de un entorno maravilloso y anclado, hacia el suroeste de la España de la postguerra, pleno de tiempos recios.
Pocas guerras han irrumpido con tanta fuerza en los instantes eternos, normalizando la mística femenina de la Edad Media en el siglo XXI. Para Isla Cristinita el futuro era eso: un fatalismo peligroso. Lugareños y turistas que como ladrones respetaban la propiedad, poco más. Y había amor, dinero, exaltando la facultad de disponer del cuerpo y el destino de otras vidas, heroínas secuestradas la mayoría, que no eran destinadas a tener vida de santas, pariendo. El único asidero ante el miedo y el desconcierto era la naturalidad, obligados todos a hacer un trabajo por encima del éxito o el fracaso.
La cadena hotelera Copacabana no dejaba de ser una empresa fundacional y atrevida, que desmentía y transgredía, felizmente trabada por el comportamiento errático y bien dirigido de sus empleados, que con vocación, terapia y delirio llenaban de coherencia toda esa simbólica isla, y otras tantas. El hotel manejaba un juego de dobles parejas: Azucena y Tisma, principalmente.
Ese matrimonio urde una historia de generaciones pasadas y futuras, de preservación y progreso. Él vivió la guerra de Yugoslavia, que fueron muchas; ella, la emancipación, que no la libertad, enfrentándose a los peores y mejores impulsos de la naturaleza humana. Ambos iluminan los amores y las vidas, los deseos y las ambiciones, la compasión, el ingenio, la inteligencia.
La hija de ella, Cecilia, sufre un sentimiento difícil de describir: graba videos porno de sus padres, bajo la presión de un hacker que la atosiga y dirige. Los límites del arte, el colonialismo y el escapismo la hacen densa, vertiginosa, adolescente mayúscula. En ella convergen la sátira de ese lugar y la edad, con un coro de voces perfectamente caracterizadas bajo los estereotipos de esos lugareños y la falta de escrúpulos, de algunos.
En ese recodo isleño el tiempo rumia sus obsesiones, sus secretos y las vidas reales o imaginarias que dejaron atrás. Contrasta con la tierra invisible de Sarajevo y sus cementerios. Toda una oda al espíritu humano que lo hace soportable, tratando lo sucedido en los Balcanes desde la óptica mundana, bella y extraña, más la cotidianidad de la cadena de producción del tener que seguir viviendo, cada cual con lo suyo, con lo que fue, con lo que tuvo.
Consecuentemente, la obra Gay y discapacitado es una distopía en la que nadie es inocente y nada es lo que parece, bajo la presión insoportable de las señales silenciosas que estallan con el paso de los días y los trabajos. La versión más actual del realismo sucio. Un estado puro que sumerge sin previo aviso en la cara más oscura y salvaje de lo contemporáneo: sexo, drogas, dinero, prosperidad y las heridas abiertas.
Afloran personajes que en sí tendrían escaso valor salvo por el afán de totalidad, cuya experiencia individual es todo con lo que cuentan, habiendo pasado ya muchos inviernos desde que las palomas invadieran ese lugar, como si el tiempo se les agotara.
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