Etiopía tiene línea aérea, ese país debilitado -uno de tantos- por antonomasia, cuna en los telediarios de tantos cuerpos escuálidos, deformados y desmembrados, ocupados por las abatidas miradas de tan prominentes muertes.
Miro el mapamundi y lo ubico entre otros muchos territorios dañados por las inestabilidades, tal que Eritrea, Sudán, Uganda, Kenia, Somalia, Yemen, etc. Y, me sigue pareciendo raro que tenga línea aérea propia ese país, calificado como tercermundista, en un área degradada.
Son cosas propias y cosas apropiadas. Uno ha crecido con esos países en la retina, precisamente por hambrunas, que no deja de ser que la población se muera de inanición, o sea, “no comer”. Y asocio todo lo que tiene que ver con el transporte aéreo a gasto por no decir derroche, como combustible para los aviones, mecánicos especializados, centros aeroportuarios mejores o peores, pero instalaciones costosamente específicas, al fin y al cabo.
Pero sí, Etiopía tiene su línea aérea. No sé si con rigor, primor o inteligencias. Lo mismo es para sacar lo que no se va llevando el tiempo de ese refugio de placeres sencillos, pues al borde de esos caminos marginados seguro que hay mucho más que reflejos de sol en las desnudas e improductivas víctimas que nos han ido vendiendo los muchos reportajes. No se recuerdan los días, no se recuerdan los instantes, se recuerdan las miradas ajadas. De hecho, no sé si existe el invierno en esos lares, o si los aviones son de panfleto y no vuelan, virtud del azar y del destino de esos pies de tierras blancas.
Envidio, sí. Hasta de esos. Pareciera que es lo único que nos hace sentir vivos: la muerte de otros, el mal de otros, lo que nos hacen ver.
Pero quizás no le hemos robado todo, lo mismo tienen ambición, como todos, extrañamente.
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