Nadie les advirtió que extrañar y extrañar era el coste que tenían por contra los buenos momentos. Era la vida real, la del irse en un suspiro; la que no tenía otra ruta de salida que el dolor del amor y lo vivido. La de la habitación vacía y la caricia de la nada. Y el fingir que no se veían.
Qué vulgar era el amor, a veces… Y cuánto callaban los educados, olvidando haberse conocido, y que una vez y muchas estuvieron en la cama sin rogar y sin insistir, sin molestarse; en su blanco inmaculado. Ennegrecidos, no podían controlar las acciones de nadie, la lealtad salía del corazón de cada cual. Solo alguien extraordinario podía cambiar el paso, y que la casualidad durase para siempre.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…