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En un entorno quizás remoto, o no tanto

La abadía de Westminster, donde descansaban un buen número de monarcas de tiempos pasados, fue el lugar donde se reunió toda la familia real británica dominando la agenda pública. Y como un activo miembro de la familia real apareció el padre de Cynthia. Fue el auténtico protagonista, junto con la Reina Madre.

Los demás hijos y nietos de esta última pasaron a ser poco menos que sucedáneos, si es que alguna vez pintaron realmente algo, más allá de sus dislates.

Adolescente, princesa, reina. Ciento ocho años de la Reina Isabel II. En un mundo perfecto nunca se hubieran conocido, ella y su sucesora: Cynthia A. Denson (Isabel III).

Al tiempo, en los Estados Unidos, el tercer país más poblado del mundo, la densidad de población moderada se mantuvo. Los americanos supieron darle justo término a la máquina de hacer billetes, conteniendo esas peregrinaciones de sus vecinos del sur. Les financiaron inversiones según su naturaleza, según su elemento, según el sujeto que invertiría, según su riesgo, su gestión. No todas las deudas les eran malas.

Menos en Argentina y Brasil, crecieron sustancial y enormemente los estadounidenses. Fue otro de los imprevistos, o soluciones varias. Otros países buscaron su colchón financiero y fracasaron, eran los lugares donde las guerrillas urbanas tardaban en desaparecer; mayoritariamente fueron países de la extinta Unión Europea, que no aguantó el tipo años antes y se desintegró, no sirviendo ni para ser una buena idea con todas sus palabras.

Los veintisiete estados miembros (veintiocho cuando formó parte el Reino Unido) con realidades tan diferentes, clásicas y contradictorias, y cuya absoluta diversidad apenas supieron gestionar y subrayar su poder específico en el mundo, pasaron a ser meros actores de reparto, cosa que ya se veía venir de mucho antes con tantísimos juramentos de constancia, como con hambre atrasada, mucho ruido y pocas nueces.

Lo tenía todo, y no tenía nada

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Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa
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