¡Qué bueno y qué malo era!, se podía escuchar el silencio de la nieve entre sus venas. En esa urna seguía sonando igual. Sólo deseo su propio bien.
Y eso que era del tipo máscara de hierro. Yo siempre suya, y él con su orgullo cegado… A mí nunca me faltó ese pecador… No es ese el trabajo más solitario del mundo. ¿A qué viene el ir luego a decirle un salmo y prender una vela?… Tal vez los demás hayan confundido ese amor nuestro con sus lejanías pero al diablo que renunciaron era su padre. Ojalá se dejen orientar y no lo castiguen más: aún les queda la peor parte.
Ese tipo era un lobo, prefería morirse de hambre antes que cometer un error. No encontrarán nada esos extraños. Lo debieron querer antes.
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