Pareciera que no, pero sí. Había un momento en la vida en donde se precisaba escaparse a ese lugar donde se cruzaba lo viejo y lo nuevo y recordar esas maneras de hablar, de comer y donde el silencio no tenía más señuelo que servir para muchas miradas diferentes y ninguna, como si se descubriera algo nuevo, dejando a un lado las cosas que decimos, las cosas que hacemos.
Ese bazar de la calidad, ese disco de silencio. El frío de la madre.
La casa, ese lugar del que marcharse con tantos recuerdos con los que se había llenado. Nada más ensordecedor; donde antes se vivía con soledad y ahora con compañía en la ruleta de los días, los años y los tiempos. Donde alguien vivía sólo para tener un lugar adonde volver siempre. Dulce y salada.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…