Para los de apagar con fuego un incendio, y remediar con agua una inundación.
“Los hombres se pueden comprar si sabes dónde buscarlos”
Después de un genocidio, solo el arte podía intentar devolver el sentido a las cosas.
El grado de civilización de una sociedad podía medirse observando a sus presos.
En Rota y su Base Naval se contenían muchos extremos y pantomimas.
-El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, ésta establecerá un fin para la humanidad.
-Si los estadounidenses tienen que estar fuera de su país, el mejor sitio para vivir es Rota -se instruía y asumía.
-Ya no quedan tontos, hay ineptos, capullos, estúpidos, gilipollas y desagradecidos, ¡muchos! ¡De todo!, pero tontos no quedan. Tiras una moneda al aire y desaparece; padre –
Eran gente muy vanidosa los militares de carrera, quiénes como los filósofos, siempre fueron más bebedores que comedores, y lo que más le preocupaba era todo aquello que prohibían.
-La partida no está jugada hasta que no sale la última carta.
“¡Mal haya la mujer que en hombres fía!”
Había cuatro personalidades en esa Base: la perra, la imbécil, la estúpida y la loca. Para sí mismo y su mentecato sacerdocio se inclinaba por las dos últimas, sobre todo cuando le daba por creer en Dios.
Al tiempo, un manto de sombrillas a lo largo de la línea de costa, como si estuvieran en temporada alta, reflejó la belleza de Tania, espléndida. Solas, sin nadie. Puestas y rindiendo tributo. Y la Torre de la Merced, junto al Mercado Público, tocó difuntos en ese desgaste creado por el ser humano, llegando hasta al mismísimo Pico de Barro.
No quiso ni advertirla, dedicándose casi que más a su sacristía, pasados unos días de la noticia.
-El salmón crece cada vez que recuerda el pececito que se comió.
Decían que había sido militar; y que estuvo en la guerra. Sostenía que no se podía gobernar un país como una empresa, menos aún, la Base militar en la que estaban.
Zoe representaba todo ese extraño orden de las cosas. La misma Zoe, la que no se acostaba con ningún hombre, y que siempre iba a las bodas: y nunca era para casarse.
-Deja de ser una víctima de la vida, no eres francesa.
El Chato jamás acudía a gabinete alguno. Solo a las misas que él mismo oficiaba, y ni eso, pero daba por culo cuanto podía. Se había ido y vuelto tantas veces que ya no sabían si querían que se fuese de todas o se quedase. “Quien tal hace, que tal pague” opinaban algunos al respecto.
-Un error no tiene que gobernar la vida de una persona. Todos los que parecen estúpidos lo son y, además, también lo son la mitad de los que no lo parecen.
-Te tienes que identificar con lo que llevas, no puedes ir disfrazada.
-Se nos pide que apretemos a la gente hasta romperla -comenzó el general, tras la cordialidad imperante-. Presión salvaje, ganadores designados.
-No por ello dejas de ser una zorra de mucho cuidado. A quien el tiempo se le escapa.
-¡Ni se te ocurra niña! ¡Ni se te ocurra! Vivamos en paz… guapa. Vivamos, que también sabemos hacerlo.
“Su tiempo ya no dio para más”. El que fuera a ser Pablo. Otro con el que intentó empatizar. Sí, Pablo, como el coronel. “De profesión: cobarde”, según Manuela, y Zoe.
Los paisajes hacían cultura, rutina, liturgias y sentimientos, así como los motes, que llevaban su intención y sabían hasta de la profundidad de los charcos, el mapa y el territorio, yendo las palabras de la necesidad al arte en tal lugar, con militares, hambre y gracejo.
“Como a Rusia, a Rota no hay que entenderla, sino aceptarla”.
-Gallina vieja siempre hace buen caldo.
Usan los mismos mecanismos psicológicos que las tragaperras.
“Contra el futuro no puedes ir”.
“La gente duerme pacíficamente en sus camas por la noche sólo porque existen hombres duros dispuestos a usar la violencia a favor de ellos”.
-Deja de estresarme porque me estresas a mí y estresas a todos.
-Nosotros no somos la clase de personas con las cuales una pueda relacionarse -evidenciaba una, por no poder decir abiertamente “ellos son este país y cambiarán este cochino mundo”.
-De absoluta igualdad estamos lejos -contestó el coronel Don Pablo- aunque se van dando pasos y se va mejorando, en todos los sentidos.
-Hemos vuelto a los Sesenta: podemos hacer cualquier cosa, pero hacemos lo mismo.
“No hay nada más universal que una familia española”.
-Creemos que conocemos a la gente, pero la gente siempre tiene una as en la manga. Un as estúpido. Y hace cosas a su conveniencia, como si todos los semáforos estuvieran en ámbar y solo ellos fueran en línea recta y aprisa.
-Lo más importante es evitar que la persona vaya debajo del sombrero.
-Cuando una persona se acerca a un animal salvaje sin tener un atisbo de miedo, eso puede confundirlo de veras -subrayó.
-Entro y salgo del cuarto, pero siempre he tenido muchas y ningunas ganas de orinar Neville. Me comprende ¿verdad?, me río y me meo sin ganas. Y esa es la verdadera maldad, que me encuentro terriblemente incómodo.
– ¿Para qué demonios queremos el dinero? -le protestaba Zelda a su querido.
“Hay personas en la vida con las que escribimos los mejores recuerdos. Son como nuestro libro favorito”.
-El envidioso no quiere lo que tú tienes, lo que quiere es que tú no lo tengas.
Si cedían una libertad por egoísmo acabarían perdiéndolo todo. La trémula luz del recuerdo decía eso. El sol y esa alegre epifanía de la Base Naval no podían tapar que antes de ello, de la propia Base, no había nada, más que pena e insuficiencia contenida en el poder de la belleza evocadora del mar y lo árido, más la cohabitación de las tierras si no se las trabajaba y poseía.
Es abrir la puerta de la villa de Rota y la Base Naval que allí se erige. Aquello que existía, gustase o no, como el Tratado del Atlántico Norte. Esa unión extraña de dos extraños que aprendieron a quererse.
El sexo de las embarazadas reinaba en ese absoluto. El aire no era solo aire.
El ejército precisaba de todas las violencias. Ligar íntimamente a Rota con los EE.UU. los vestía a todos de uniforme, y de deseos imperiosos (quizás fuera por el miedo). Los unos sin los otros (Rota y su Base) tendrían el cielo vacío, al fin y al cabo; se necesitaban, vigilándose con desconfianza. Rota era vacío y plenitud. Un negocio muy serio.
Vivir era urgente, y por mucho que un hombre valiese, nunca tendría un valor más alto que el de ser un hombre. Tenían en común el mal, las tertulias, las banderas, las mujeres… y lo de apostar (hasta que la vida los volviese a encontrar). Eran una suma mal resuelta. Días y noches en las que se volvió a fumar.
De Manuela Goicoechea, difícil encontrar tanta ternura y perversión en un solo cuerpo. Y de Zoe (Úrsula), una fotógrafa. El coronel D. Pablo o su mujer Dª Paloma, que sentía auténtica dicha con el sargento Guzmán, como tantas otras. Juan Montepinos, el Lobo, con su camisa blanca ayudaba; y no era militar, ni estuvo en la guerra. Antonio Zafra y el Chato más de los mismo, siendo el último un capellán castrense.
Todos los allí presentes, o casi, tenían esposa e hijos. Ello justificaba su propio espacio interior. Y cómo no, había generales (Maggie O´Farrell, el Chaparrito; o Ausman), y ancianos (que no eran vistos con desprecio). También muchos animales, que no solo mujeres desvalidas. Un cocodrilo, un oso, un hipopótamo, gamos, ciervos. De todos menos perros, salvo los de pelea. Y clientes, alternativamente Don Lázaro, Don Agustín, los taxistas, los proxenetas, etc.
De esa manera entretenían su absoluta soledad, el aire pastoso y los desconchados de las paredes o el sonido infernal de los aterrizajes y despegues, que junto al tiempo los acentuaba irascibles. A ellos y a todo ese sinfín de vecindades, negocios, pupitres y secretos ligados. Hasta los Putin (y sus dobles) y los Zelenski.
Hacia final del 2021 y hasta mediado el 2022, cuando la necesidad desesperada de salir de una pandemia y advertir la Guerra entre Rusia y Ucrania, tal que cada día hacían algo por última vez.
Actos impuros de humana fragilidad en el territorio pobre de la felicidad.
Apoderarse de lo militar no hubiera funcionado. Se buscaba el azar, las palpitaciones, las ruinas, y ese mundo tan complejo y frágil como una tela de araña. Pero comprender no era suficiente. Había que padecer el abandono, las metas y los deseos de permanecer en tal lugar, y entre ellos.
Rota y la Base Naval, siéndoles todo mentira y todo verdad. Los hechos, y las vidas ajenas. El color rojo intenso de los sexos ayudaba a navegar durante el día; y por la noche, era la luz que les servía de guía. Unido a las charlas, tertulias y gabinetes de los altos mandos.
En Rota (Cádiz), el pueblo crecido y la de la Base Naval. Donde la vejez no era para cobardes. Quizás, Rota siempre estuvo mal ubicada, desde el principio de los tiempos. Rota y sus gentes. También se dice de Marruecos, y mucho; así como de Portugal o la otra competidora: Camboya, y el preludio del futuro.
Ciudadanos negros en un mundo de blancos; siendo el dinero verde. Donde la verdadera amistad resistía al tiempo, la distancia y el silencio. Aunque para muchos, ni una lápida como testimonio de vida. Si bien, la noche en la que se amaba no amanecía jamás.
Había que amar mucho para llegar a odiar. Y por la magia de conectar y la suerte de coincidir. Que llegase quien tuviera que llegar, que se fuese quien tuviera que irse, que doliera lo que hubiera que doler… que pasase lo que tuviera que pasar. El miedo lo prohibía todo. Hasta que uno dejaba de tener miedo y en un acto supremo de voluntad intentaba comprender y ser.
EE.UU. y España (la desmesura de Andalucía y Washington, Bruselas y de cuanto iba más allá).
Por ejército que fueran: el truco era volverse fuerte de corazón sin perder la ternura del alma. Amén de la identidad culinaria, también los caballos y las brujerías, sin obviar las figuras maternas y los sonidos de la infancia o las direcciones escritas en las cartas. La paz era mucho más que unas tomas de postura, era una auténtica revolución, un modo de vivir, un modo de habitar el planeta, un modo de ser persona. Tesoros de la verdad humana.
Para saber cómo repartió el diablo los males del mundo. Investigar los quehaceres de una Base Naval y su localidad es el amanecer de todo.
Fijezas de cuando los días y los trabajos enseñan u ocultan a personas psicológicamente tristes, físicamente cansadas, financieramente quebradas y emocionalmente confundidas. Más los tipos gallitos jugando con las reglas: relacionarse, gozar y padecer, desear, aborrecer y amar.
Se escribe en prosa. Cosas que uno oye del libro de la calle. Las calles en las que empezó a perderse el miedo.
Apuestas, tabaco, y la justeza satírica de la comarca, apodos incluidos.
El libro es un ensayo sobre la humanidad y el desconcierto real del mundo en el que vivimos, así como un descenso a los infiernos. En parte se calla para guardar fuerzas, en otras, el autor se agarra temeroso a esos abuelos y los instintos primarios dando lugar a personajes y rostros de palabras insondables.
La fealdad de la desesperación y la ley del más fuerte se manifiestan en la dignidad humana femenina, rebajada a la peor moral, no por ellas. Mujeres, solo con la voluntad suficiente para con el salario de la vergüenza de ese sur. Mujeres de una tristeza profunda y de una belleza extraordinaria.
En Rota (Cádiz) se observa el paso de la miseria a la menor miseria. La economía que gobierna la escasez y su otra abundancia da lugar a la Base Naval de Rota, y eso que siempre hubo y habría gente que no creería en esas cosas. E individuos decentes y cómplices asiduos.
El cacao de apostárselo todo eran las estrellas en el crepúsculo de cada día, otra teatralidad humana. Una tibia emoción que les recorría al sentirse ceñidos, siendo la cama el mejor sitio para estar: un hombre y una mujer. Cuestión aparte El sexo de las embarazadas.
El ejército viene a ser la instrumentalización social, que se complica cuando interviene el amor. Tiempos y tratados (como el del Atlántico Norte) que acompasan la evolución de los países en su conjunto. Cuanto mayor les era la soledad que les rodeaba, mejor se sentían, abrazándose en trenzadas de anhelos y esperanzas.
Rota era la quietud desesperante y el sonido de la furia, la justeza satírica. Un lugar, y una historia, que cuenta como ninguna un tiempo y un territorio. Donde los apodos son una evidente necesidad, y la muerte una continua presencia, siendo España un país y los Estados Unidos de América un casino.
En el valor transfigurador de las imágenes no hay ni rencor ni condena. Ni en los ancianos o en las jóvenes que no podían ni andar, menos aún en los coroneles y generales u otros mandos. Se escribe sobre la guerra (como la de Ucrania en su siglo XXI) tal que se analizasen los perfumes del mundo, ensamblando las infinitas convivencias llevados al encuentro de hombres y mujeres, ya sea por motivos políticos, por los acervos frutos del fracaso, las economías de cada cual o por la devastación progresiva y los avances (ecosistemas incluidos).
Los médicos se sienten a menudo impotentes ante ese periodo confuso y vacilante que llamamos convalecencia: vida. Rota era un verdadero oasis, un descanso forzado de habilidosas vueltas de tuerca por quienes elegían la paz de cada cual. La Base Naval, por militares que hubiera, era la oficina de la nada… y todo.
Se ofrece así un marco de comprensión más amplio y complejo en el que la inefabilidad de las experiencias y los intereses se superponen, datando verdades sobre la fuerza y la debilidad humana.
La apabullante naturaleza transcurre conquistando a todos con sus encantos. Rota y su Base Naval son el juego de la vida. Paisajes terapéuticos de potentes benefactores y, en otros momentos el innegable vínculo entre las nocivas modas y la industria del bienestar que solo pretende sacar provecho.
Una ciudad sentida, a propósito de lo que se pueda pensar, para quienes follan sin amor, para quienes aman sin follar. Porque lo grotesco corporiza lo patético.
No hay voluntad de estilo. Se empieza por el principio, por aquella Villa de Rota de la postguerra española, sin gozo, y poco a poco se aglutinan demasiadas cosas en ese baile de máscaras donde los que están son sombras, nada más, así como las mil y una muertes que ni el cielo llora. Mentiras verdaderas y quizás sustos reparables, algunos, no todos.
¡Qué grande les era el mundo! La consideración formal de la imagen lo era todo.
Doctor Torrebejano (gran fumador); Víctor Vadillo (policía local); Saturnino Bermúdez (comparsas); El Duque (el Pacificador); Yaiza Barruetaberia (reportera de guerra)
Doctor Marrow; General Ausman; Coronel Pablo Arcade; Coco (Isabel Terroso); Etc.
Rota; Base Naval; Forasteros; Apuestas; Manuela; Coronel Don Carlos; Carlomagno; General Ausman; Boda; Residencias de mayores; Piano; Hotel de lujo; Ojos verdes; Goicoechea; Libros; Coco; Boxeo; Cocodrilo; El Chato; México; Cartas; Inválida; Follar; Té; Photocall; Redes Sociales; Golf; Alces; Droga; Proxenetas; Oso; Pilotos; Maggie O´Farrell; Machetito; Zelda la perfecta; Ucrania; Zoe; Fotógrafa; Cazar; Hija; Notario; Sexo; Violencia; Adefesio; Taxistas; Úrsula; Lisiada; Fisioterapia; Puta; Asesinos; Ejército; Unión Soviética; Pizarra; Caballos; Cacao; Sargento Guzmán; Perros; Globo aerostático; Disparar; Edad; Honor; Stalingrado; Ancianos; Seat 600; Música italiana; Cazar; Tratado Atlántico Norte; EE.UU.; Farsantes; Boca Ratón; Suecia; Finlandia; Turquía; Pepito Grillo; Arte; Charlas; Gabinetes; Patito Feo; El Burlador de Sevilla; Cariño; Dª Paloma; Benzodiacepinas; Dinero; Dolor; Curas; Marruecos; Juan el Lobo; Amor; Bambú; Playa; Casas Trascaladas; Comida; Vagón; Lazo; Hogar; Siesta; Pueblo; Duque; Relevistas; Buque; Deseos…