Lo prolijo de su trabajo hacía el resto, junto con el alto pino que asomaba y vendía más que todas las voces gastadas, marcando el lugar con un letrero de Coca-Cola.
Un gran árbol que eligió dónde crecer y sin mayor quehacer que servir de poste, muy por encima de la grandeza de los hombres en la abrupta intemperie de un bancal que servía de bar aplacando el vértigo de la búsqueda incurable con el silencio roto por lo azul del mar, atado a su hojarasca y una entrañable caracola que alguien dispuso, más el mirlo con su pico naranja haciéndole de alféizar.
Extracto del libro Gay y Discapacitado
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