Cada día se ponían una máscara. Ella lo llamaba maquillaje, ponerse guapa; él, haciendo de cómplice, no le arrebataba esa libertad y también se arreglaba. Hacia la noche ya tenían otras permanencias de pasión, anhelo y peligro.
Pero sí, pudiera entenderse que él solo cumplía con su deber y ella ansiaba escapar. Solo que los inocentes no salen corriendo y las esclavas paren esclavas.
Cuando salieron de la cárcel y entraron en la misma, ninguno supo qué elegir, separados. Y hasta el mismísimo día del juicio final dudó ese hombre condenado.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…