Los labios, al besar a un niño, tu niño, no mienten. No son modas pasajeras, ni cristales, es moda, de la eterna. Y eso quiere la profesora de sus alumnos, con ese Concurso escolar: que aprendan de la vida mucho más leyéndola que viéndola, por ello les pide que hablen y traten de sus emociones. Porque cada cual tiene que tener sus propios secretos, y sus ejercicios para dos.
“No necesito que me protejas, sino que me acompañes”, eso es lo que una madre y esposa diría en la adversidad, pero en esas cotidianidades, solo queda sitio para otras cosas, gestos y miradas escondidas. Con tal respiración, y el pudor de los mayores, los inviernos duermen las ciudades y los campos en los estíos y el transitar del deber de relacionarse.
No hay sanguijuelas, no hay majaderos ni hechizos del corazón. Todo es oro puro, infancias, mares sin dueños. ¡A la mierda con lo que es honorable! Es raro el amor, un fenómeno neuronal, pasado y futuro de bolsillos rotos, vagos puntos de fuga. Lo dice alguien que aprendió a huir de la guerra antes que a leer: y son muchas dependencias autodestructivas enredado en mil sueños.
Corazones en la niebla que no encuentran su lugar se resume el libro con el don de la fiebre, más hay palabras que nos llegan con apariencia de mendigo y son huracanes, porque los niños y los mayores han de encontrar su lugar, y ese Concurso, les supuso una oportunidad:
Todo ello significaba hacer algo diferente, más bien hacia el límite. Además, eran un equipo comprometido y complementario por más que se trastabillasen los unos a los otros. Conocían su humildad, sabían que en breve se separarían por unos meses, hasta el nuevo curso seguramente. Otro reto humano.