Si hubiera un paseo de la fama en el mundo de la moda, el señor Lowell C. Denson tendría unas cuantas estrellas. Sabía más que nadie sobre los límites del engaño. Podría vestir a una pareja de rinocerontes y hacerla desfilar sin que los asistentes se fijaran en qué tipo de animales eran esas criaturas de herbívoros. “A veces un caballero debe dejarse engañar” les decía a sus chicas. Lo hacía, porque el riesgo estaba en no saber lo que se estaba haciendo. Y por supuesto era un defensor del largo plazo. Raras veces trataba con alguien o buscaba negocios buenos y comprensibles si no era para mucho.
-Compra solo lo que estarías feliz de mantener durante diez años -fue con lo que conquistó a su esposa, entre otros largos caminos a casa. Y esa misma dinámica la mantenía con las restantes.
–Cuando la verdad no puede ayudar es mejor mentir– era otra de sus cuentas.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…
Mientras las gentes del lugar afrontaban sus problemas, otras tomaban conciencia del dolor con una honestidad entrañable. Uno de cada…