El carácter propiamente italiano vertebraba desde la raíz más profunda. El señor Meucci también. Otro que había releído la novela de toda una vida (El doctor Zhivago). Veía el futuro con tanta claridad como si lo hubiera detenido, y se hacía a los funerales a destiempo. La belleza extrema de esas capitulaciones dejaba sin aliento. Porque Pompeya era mucha Pompeya. Ni Roma había podido con ella. Bebían mucho y tenían relaciones sexuales, pero se les hacía caso a los de esa región. Estudios comparados les daban la razón: “Tienen menos probabilidades de estar solos, deprimidos y tener ataques de pánico; apenas hay asma, obesidad, presión arterial alta, úlceras gástricas, dolores de cabeza por migraña. Usan menos medicina”.
Fragmento del libro La importancia de verse
–en curso- (PEBELTOR)
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