-Estamos a la espera de conocer el resultado. Seguid jugando- indicó con precaución la vecina, sin reflexionar sobre los comportamientos, retrotrayéndolos.
El mal tiempo de las últimas horas, y la progresiva ausencia de luz hacía suspender esa tarde de juegos, sin embargo les dejaban, por supuesto, siempre lejos de la zona rocosa.
Y hubo de volver corriendo la otra vecina, la de la cerradura forzada y casa desvalijada, no tan festiva, sí más paralizada, reclamando atenciones:
-¿No habréis visto nada?, ¿no?
Pero el balance provisional lo puso la anterior, desde la verja, muy a las claras, represaliando:
-¡Nada!, ¡nada! No han visto nada. Deja actuar a la justicia.
Por la mano tan simbólica y descarada, desde la franja la otra lo entendió todo y reculó con una maniobra agresiva para sí, como con todo el respeto debido, el de un peligro real e inminente adoptando falsamente el papel de sorpresa, que no víctima, sin más alusión.
-Cuando sea mayor yo quiero ser uno de esos, extraños– dijo el niño, el que venía haciendo de espía empujando al diplomático, que le había expulsado del jardincito, o sea, del país, echándolo junto al tobogán… con lo que ya se sabe, los más pequeños.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…